
Por Oscar Domínguez G.
Algún día, en vida, hermano, en vida de BB, le escribí a quien cumplía años el 4 de febrero:
Al doctor Belisario Betancur, salud.
Le escribo en mi condición de bípedo que de pronto le roba tiempo y tinto a su viejo amigo el abuelo Otto Morales Benítez en su refugio laboral de la torre Colpatria, adonde suele llegar temprano a sudar plusvalía con vigor de seminarista célibe.
No le escribo en mi condición de reportero que cubrió su triunfadora campaña política después de que coleccionara todo un popurrí de derrotas.
Al grano: le escribo desde mi óptica de aguatero y miembro suplente de la Junta Directiva de la recientemente remozada CorpoArenas, entidad que se dedica a perpetuar el legado de otro viejo camarada suyo: el maestro Rodrigo Arenas Betancourt.
Nos aprieta clavijas la presidenta de la Corporación, María Elena Quintero, viuda del escultor de Fredonia, su compañero de audacias en el anillo etílico-erótico del Guayaquil de los años cuarenta, donde pagaban servicios horizontales con versos de dudosa factura.
Poniendo a funcionar el retrovisor, en el discurso que leyó su amagaseña educación con motivo de los primeros 90 años del doctor Otto, descubro tardíamente detalles nuevos de su complicidad con el maestro Arenas.
En ese discurso reveló sin ruborizarse, que se ROBÓ – las arbitrarias mayúsculas son mías- la primera maqueta del Bolívar de Pereira. Para evitar que me vaya a empapelar por calumnia lo cito textualmente:
“… maqueta que hice llegar -después de cuarenta años-, a la sede de la fundación que sus amigos académicos, y sus hijos, Adelita y Olimpo, han abierto en Bogotá para estudiar su obra, su pensamiento y su vida”.
Admito que el cargo de suplente en CorpoArenas, tampoco me da para solicitarle a usted, a la doctora Adela y al doctor Olimpo, que devuelvan la maqueta que quedaría en mejores manos en CorpoArenas, de Medellín, donde sería vista por paisas como arroz.
Ahora, tampoco tendría ropita para rechazar la devolución, si se produjera… A espaldas de la viuda, digo que sería estruendosamente bienvenida.
Lo invito a que sea un ladrón honrado como el de la Custodia de Badillo. El ejemplo podría cundir. Alemania devolvería Nefertiti a Egipto y España el tesoro Quimbaya al Quindío como lo reclaman los cuyabros.
Hay muchas leyes y acuerdos muertos alrededor de lo que debe hacerse para que la obra de su camarada –escultor-pintor-escritor se conozca más. Sucesivos alcaldes y gobernadores se han hecho los locos para hacer cumplir la letra. La cultura no produce votos.
Si su amagaseña educación puede hacer algo, Dios y la patria se lo premien. Si no, tranquilo, siga acariciando a sus nietos, cometiendo versos clandestinos, viajando a Madrid y a Barichara, Santander, donde el tiempo no existe, y admirando las cerámicas de doña Dalita, la hermana veneca que hace tiempos invadió el golfo de Coquivacoa de su corazón.
Del doctor Belisario, que jugaba ajedrez en casa de María Cano para tener donde comer y dormir algunas noches, atentamente.

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