16 octubre, 2025

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En la tumba de Gardel

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Por Oscar Domínguez (Foto)

Un fatigado tren nos lleva a nuestro fúnebre destino, el cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires, donde Carlitos Gardel duerme la siesta eterna hace 90 años. Hiperbólicos paisas juran que tienen pedazos del avión en el que se mataron en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín Gardel y sus compañeros de arte el 24 de junio del 35.

En su mausoleo, Gardel nos recibe elegante y sonriente desde su eternidad de bronce.  “¡Qué solos se quedan los muertos!”, recitamos. El lunes que lo visitamos el Morocho del Abasto está íngrimo-solo.

Que no le falte a Carlitos un cigarrillo apagado entre los dedos.  Tiene otro en la oreja, fumado por el viento, regalos de sus fans. Abundan placas de admiradores suyos de Medellín.

Al oído le susurramos al Zorzal que somos de la tierra donde tuvo la fineza de morir. Así nos hermanamos con el nacido en Tacuarembó, según la hipótesis uruguayista que defienden el propio Gardel y su chamuscado pasaporte.  Borges, quien elogiaba su voz pero lamentaba algunas letras de sus canciones, lo puso a nacer en Francia (Toulouse), país que no lo reclama. Tienen suficiente con Edith Piaf y Chevalier.

Me caso con su nacionalidad uruguaya, así en Montevideo, la ciudad con más monumentos por metro cuadrado en el mundo nada nos recuerda a Gardel. Bueno, salvo una artesanía barata, con su pinta que clonaría después Humphrey Bogart. El juglar Alejo Durán despachó el asunto salomónicamente: uno es de donde lo quieren. O de donde los aplauden, según el mismo cantor.

A falta de música en el cementerio, mi costilla y yo tarareamos el tango “Volver”, cuya letra está pintada en una escalera de la calle 45 en el barrio Manrique, en Medellín, cerca de la Casa Gardeliana. Dos milongas arriba, funciona el café Alaska, el más viejo templo del tango de Medellín. En 88 años solo se ha movido del primero al segundo piso, sin ascensor. Tango y billar se tutean en este lugar donde el administrador, Gustavo Rojas, invita al visitante a ser breve si piensa hablar pestes del Poderoso DIM que a partir de esta noche buscará otra estrella jugando contra el Santa Fe.

Son las cinco de la tarde cuando los muertos de La Chacarita se van a dormir dentro de su sueño eterno. Colegas de Beppo, el gato de Borges, ronronean cerca. Chuleado nuestro encuentro con la leyenda le decimos adiós a mi Buenos Aires, queridos.

Más divagaciones sobre El Mudo

Cada año por estas calendas, en Medellín muchos paisas sacan  a bailar el Gardel que llevan dentro.  Unos repiten el viejo estribillo: Gardel canta mejor todos los días. Alguien dirá que heredó un pedazo del avión en que se mató. Otro hablará de “esa ráfaga, el tango”. O definirá el género como una ópera de tres minutos.

Julio Rodas, recuerda que fue el reportero Antonio Henao Gaviria quien transmitió en directo para “El Mensaje” – primer noticiero radial de Colombia fundado en 1933 por su abuelo Gustavo Rodas Isaza- el accidente en que se mataron Gardel y sus amigos. Henao llamó por teléfono a dar la noticia, su abuelo acercó el teléfono al micrófono y “habemus” transmisión.

Este aplastateclas jura que leyó el libro “Gardel vive en Guarne” en el que, a su autor, Ricardo León Peña-Villa, asegura que Gardel sobrevivió al choque de aviones en el aeropuerto Olaya Herrera y se fue a vivir el resto de sus días a ese municipio.

Gardelómanos de cinco estrellas como los hermanitos Tobón y señoras, de Medellín, claro, dejaron una placa ante el monumento de Gardel en Toulouse, Francia. Por supuesto, se tomaron selfis en el edificio donde nació.

En su francés de bachillerato tradujeron la mínima placa: “En esta casa nació el 11 de diciembre de 1890 Charles Romuald Gardes, quien sería conocido en el mundo entero con el nombre de Carlos Gardel”. Tacaños para el gasto los franceses.  Los Tobón, como Borges, quien donde nadie lo oyera cantaba “Polvorín”, de Gardel, son defensores de la tesis francesista del Mudo.

Guardadas las desproporciones, gastaron más plata mis paisanos de Montebello en la placa que pusieron en la casa donde yo nací: “Se forran hebillas y botones”. 

Pie de Foto: Estatua de Gardel en la calle 45 en el barrio Manrique, de Medellín, el Vaticano del tango.