20 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

En el reino colombiano de las mentiras, ¿Quién es el rey?

Claudia Posada

Por Claudia Posada 

Sus promesas de campaña, aquel lenguaje coloquial y fluido, y desde luego su extracción social, convencieron a los electores de Medellín; la ciudadanía votó ampliamente, había esperanzas de transformación y fe en el personaje, un hombre fresco en el mundo de la política parroquial.  

Daniel Quintero Calle descrestaba con sus acciones y posturas, ganó credibilidad fácilmente. Durante su campaña se le vio rodeado de gente nueva, aunque también cercano a uno que otro político con trayectoria; de éstos, algunos bien posicionados en cuanto a su trabajo, otros no tanto, pero en todo caso no se le vio, como se dice “mal acompañado”.   

Al posesionarse como mandatario de la capital antioqueña, nombró en su gabinete a una mayoría sin recorrido. Bueno, dijimos, esperemos a ver cómo resultan; preocupaba eso de llegar a ocupar altos cargos sin hacer «pinitos”, sin subir escalas juiciosamente, tal cosa no era buena señal, aunque tampoco queríamos prejuzgar. El primer aspirante al Concejo que le había ofrecido su total respaldo fue el médico Luis Bernardo Vélez, éste alcanzó curul con los Independientes, es decir, en la lista que apoyaba a Quintero, así que, dada su experiencia, pero sobre todo su buen nombre y gestión social, empujó a favor del carismático Daniel Quintero, pero una vez instalados en sus respectivos puestos de elección popular, fue también el primero en distanciarse del “Quinterismo”. Empezaron así a sonar alarmas. 

Más adelante se dieron a conocer nombres de los políticos que supuestamente hablaban al oído del alcalde, datos que decían por sí mismos cómo no había tal independencia, aunque se le disculpaba asumiendo que requería ayudarse de la experiencia de otros. Al observarse burocracia generosamente repartida, empezaron a salir denuncias que, en principio, no generaron muchas simpatías. Daniel Quintero seguía cual “chacho buena gente” conservando a su favor la esperanza de quien había ganado credibilidad con un lenguaje distinto pues no se parecía a los discursos de siempre; nada que ver con “la carreta de los mismos, con las mismas”.  

De pronto, se le empezó a ver demasiado involucrado en asuntos del resorte puramente de la gerencia de EPM, obrando con injerencia tal, que levantó reacciones fuertes en sectores hasta el momento “intocables”. Esto desembocó en el quiebre del beneplácito hacia el mandatario. 

Así las cosas, quienes apoyaron al candidato del CD para la alcaldía de Medellín, y el mismo Alfredo Ramos Maya, con su curul en el Concejo de la ciudad gracias a los beneficios de la oposición, emprendieron la campaña de revocatoria, la que, como es sabido, ha tenido serios tropiezos lo mismo que ciertos reproches; pero a hoy, crece en aliados y ya no sólo del Centro Democrático. Daniel Quintero ha toreado pandemia, crisis económica de crueles consecuencias, encontrones, mala comunicación, críticas fuertes y especulaciones con respecto a sus extrañas actitudes; trinos y más trinos, e informaciones que dan cuenta de no pocos “papayasos” bien aprovechados por sus contrarios. Los ciudadanos, desconcertados, ya no sabemos a quién creerle.  

Existen informes, averiguaciones periodísticas, pruebas y comentarios que no deben desconocerse. No se puede ignorar que a Daniel Quintero ya no se le ve como al carismático hombre sencillo, cálido y descompilado que conquistó en campaña un muy considerable número de votos, que desafía a los representantes de las clases dominantes, sino, aseguran, como a un posible mitómano que, como lo definen algunos psicólogos, pareciera padecer adicción a mentir, por lo cual, dicen, busca con sus mentiras la aceptación de los demás. Nos negamos a creerlo, pensamos que simplemente “aprendió” muy rápido a comportarse como la mayoría de los políticos quienes se la pasan mintiendo para seguir sembrados en el poder. Mentiroso se le dice al presidente Iván Duque y a su antecesor Santos.  

Ahora, según los últimos acontecimientos de la administración pública local, y las afirmaciones de los medios de comunicación, el recién y ya posesionado gerente de EPM, Alejandro Calderón Chatet, presumiblemente mintió en su hoja de vida. Este lunes 12 de abril se esperaba su presentación ante la prensa, pero tuvo que aplazarse porque según trascendió, resultó positivo para Covid-19.  

En medio de tan tremenda crisis, la que afecta desde luego la capacidad de decidir para no poner en la cuerda floja la gobernabilidad, surge una inquietud: En el reino colombiano de las mentiras ¿quién es el rey?