29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

“Empanicados” por las redes sociales

Por Claudia Posada

El adagio que se expresa con cierta sorna para calificar a los periodistas dice: “Poseen un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad”.  Lo cierto es que no debería molestarnos tal aseveración.

En general, el oficio de informar hace que se tengan que abordar diversos contenidos y para ello, desde luego, se tendrá siempre que consultar con los expertos; aunque en algunos medios hay periodistas tan especializados en el manejo de algún tema en especial que se convierten en muy conocedores del mismo.

Preguntar o entrevistar, consultar o investigar, para transmitir a las audiencias lo pertinente requerido, es un principio obvio del oficio.

Saber a quiénes buscamos como fuentes confiables, cómo y qué contamos, nos hace distintos a los que se aprovechan de las nuevas formas de transmitir información; estamos preparados para interpretar y darle el enfoque adecuado a las noticias en el quehacer que, lastimosamente, ahora se critica sin compasión, de manera particular en memes, audios y mensajes que señalan al periodismo como el origen de las mentiras y la desinformación.

Nada tan ajeno a la realidad de una labor que exige responsabilidad y mucho profesionalismo, pero ante todo ética, se haya formado en la academia o no.

Si bien es cierto que en los medios se han difundido algunas veces noticias cuya inexactitud sin duda es una falta a la rigurosidad informativa, tampoco es cierto que sean siempre los medios de comunicación los culpables de no llenar las expectativas de los receptores de la información.

Es inaudito que en situaciones excepcionalmente del mayor interés para toda la ciudadanía, como el asunto de la pandemia que nos tiene a ignorantes, eruditos, científicos, analfabetas y letrados hablando de lo mismo, descubramos que, en muchos casos, se les cree más a las redes sociales inundadas de mensajes sin autor confiable, o anónimos, que a los canales de comunicación tradicionales.

No es que absolutamente todo en unos sea de entera credibilidad y en los otros haya que desconfiar siempre. Simplemente, el sentido común nos dice que cuando se legitima una información poniendo la cara y exponiendo el prestigio, no es para dudarlo sin más ni más, tratándose particularmente de asuntos tan delicados como el que nos tiene a casi la totalidad del mundo en vilo.

Las consecuencias de informaciones incompletas, descontextualizadas, imprecisas o mentirosas, pueden ocasionar daños en la sociedad, en un sector, o en un segmento poblacional.

Son los expertos a los que consultan los periodistas, o las fuentes que los buscan, quienes también deberían tener claro que los periodistas habilitan en su oficio la información que divulgan; por lo tanto, con respecto al tratamiento informativo de temas que impactan favorable o desfavorablemente a  sectores amplios de la comunidad,  las fuentes no deberían improvisar, y mucho menos ignorar a sus comunicadores institucionales, quienes, por formación,  practica y rutina, saben del “cómo”, mientras sus directivos saben del “qué”.

Particularmente cuando corre por las redes sociales información que se va distorsionando en el camino, que además se “rancia” pues casi siempre está sin “fecha de vencimiento” así que llega a muchas personas ya caduca, la responsabilidad no recae en nadie que se ocupe de canalizarla debidamente como es tarea, entre otras, de los comunicadores institucionales.

Por lo demás, con esto del Covid-19, pareciera que, a la hora de transmitir a las audiencias información de relevancia indiscutible, la coordinación interinstitucional que se está llevando a cabo por dentro (en eso confiamos) se pierde hacia afuera.

El ánimo protagonista parece ganarle a la sensatez que urge. ¿Por qué no se le sale al paso a las preocupaciones obvias que generan desasosiego frente a lo desconocido? ¿Por qué no se precisa en detalle lo que se quiere saber comúnmente? ¿Por qué no designan voceros oficiales de reconocida empatía, carisma y credibilidad, para bajarle definitivamente el volumen a mensajes que, de mala o de buena fe, crean tanta confusión en las redes sociales?