
Por Eduardo Aristizábal Peláez
El silencio prudente, no cómplice, habla de la responsabilidad que tenemos los periodistas de no difundir información que pueda ser perjudicial o que no esté completamente verificada.
Si recibimos una información que no está verificada y puede llevar a acusaciones falsas, debemos optar por no publicarla. Esto es esencial para mantener la integridad y la credibilidad del medio.
Cuando un periodista descubre detalles íntimos de la vida personal de una figura pública que no afectan su papel en la sociedad. En este caso, el silencio prudente será necesario para respetar la privacidad del individuo y evitar la difusión de chismes innecesarios.
En situaciones que involucran traumas, como ataques terroristas o desastres naturales, puede haber información que, si se divulga sin contexto, cause pánico o desinformación. Aquí, el periodista puede decidir no reportar ciertos detalles hasta que haya una comprensión clara de la situación.
Si un periodista tiene un vínculo personal con alguna de las partes involucradas en una información, debe optar por no cubrirla para evitar el sesgo y mantener la objetividad. Este tipo de silencio es vital para la ética periodística.
En algunos casos, la divulgación de información podría incitar a la violencia o al odio. En situaciones de tensiones raciales o políticas, un periodista podría decidir no publicar ciertos comentarios o datos para evitar alimentar el conflicto.
El silencio prudente, no cómplice, no implica ignorar la verdad, sino actuar con responsabilidad y ética en la búsqueda de la información real y material. Es un dilema constante en el periodismo, donde la verdad debe equilibrarse con el impacto social de dicha verdad.
Cuando una celebridad es objeto de rumores sobre problemas personales, como adicciones o crisis familiares, muchos medios optan por no cubrir esos detalles hasta que haya pruebas concretas.
Durante conflictos armados, los periodistas podemos recibir información sobre operaciones militares, que, si se divulga, podría poner en riesgo la vida de soldados o civiles. En situaciones como las guerras en Irak y Afganistán, algunos periodistas han decidido no publicar detalles estratégicos que pudieran comprometer la seguridad de las fuerzas involucradas.
Con el auge de las redes sociales, muchos periodistas han tenido que lidiar con la rápida propagación de rumores y noticias falsas. En ciertas ocasiones, han optado por no compartir información que no puedan verificar adecuadamente, incluso si esa información es sensacional o genera tráfico, para no contribuir a la desinformación.
Los periodistas debemos navegar entre la necesidad de informar y la ética de nuestra profesión. El «silencio prudente no cómplice» es una herramienta crucial para asegurar que el periodismo se mantenga responsable y respetuoso.
¿Guarda silencio prudente el periodismo colombiano?
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