Por Eduardo Aristizábal Peláez
El término prudencia se deriva del latín y se interpreta como quien actúa con conocimiento de lo que realiza o de las repercusiones de sus actos.
Josué 9:4. dice: la prudencia se ha descrito como la habilidad del individuo para evaluar las posibles repercusiones de sus acciones y actuar de manera responsable.
Aristóteles también aborda el asunto de la prudencia en la Ética a Nicómaco, donde señala que la virtud de la prudencia supera todas las demás virtudes, a tal grado que al individuo prudente se le puede catalogar como éticamente virtuoso.
La cautela es una virtud de gran relevancia para filósofos como Sócrates o Platón, un atributo característico del individuo virtuoso que es reflexivo al tomar decisiones. Santo Tomás de Aquino considera que la prudencia consiste en encontrar el término medio.
Prudencia es la capacidad de analizar las distintas alternativas existentes y evaluar previamente posibles consecuencias antes de adoptar una decisión. Algunos analistas dicen que hablar de prudencia, es hablar de sensatez, moderación, cautela, madurez o reflexión.
La prudencia es una de las virtudes más importantes que puede tener un ser humano. La prudencia es la capacidad que tiene una persona de tomarse su tiempo para juzgar una realidad o para conocer a una persona tal y como es. La prudencia es la sabiduría de reflexionar para tomar decisiones de forma óptima.
El valor de la prudencia es fundamental en una vida plenamente consciente porque la persona prudente es aquella que reflexiona sobre las consecuencias de sus actos antes de realizarlos.
Ser prudente supone guardar confidencialidad con la información de otras personas, con la propia, tener cuidado de no incomodar a otros con comentarios que puedan ser hirientes. Ser prudente es comportarse o actuar con discreción.
La prudencia es una virtud directamente proporcional a la capacidad de valorar consecuencias de lo que hacemos y de lo que decimos. La persona prudente se adelanta a analizar el impacto que puede tener lo que diga o lo que haga. Por el contrario, la persona imprudente no mide, no evalúa, no tiene en cuenta las consecuencias de lo que comparte.
En el siglo pasado era más común la prudencia porque no existían redes sociales, la información se compartías con menos personas. No existía tanta facilidad de acceso a todo tipo de información, como si lo es actualmente. Las cataratas de información facilitan la imprudencia y lo que antes era privado, termina en convertirse en público y las nuevas generaciones que se están formando con esta cultura, ya no establecen la diferencia entre lo que se puede compartir y lo que no se debe hacer.
Como existen fórmulas para tener acceso a mucho de los contenidos en estas redes, lo práctico es actuar prudentemente para no convertirte en una persona que sienta que sus allegados lo empiezan a señalar o a separar, por imprudente.
La prudencia es la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con cautela, respetando sentimientos, vida y libertades de las demás personas, comunicándose con un lenguaje claro, cuidadoso y acertado; con sensatez, con moderación y reflexión.
Pongamos en práctica la tradicional frase que hace parte de la novena del Niño Dios: dadme la prudencia que hacer verdaderos sabios.
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