17 mayo, 2025

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Elucubraciones: Democracia manipulada

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Eduardo Aristizabal

Por Eduardo Aristizábal Peláez.

La idea de que los políticos pueden manipular la democracia para sus propios fines no es nueva, ha sido un tema recurrente en la filosofía política a lo largo de la historia. Es un punto de vista interesante y, de hecho, hay muchas personas que comparten esa percepción de la democracia.

Tomemos como ejemplo a Platón, quien en «La República» critica la democracia al considerarla un sistema que puede llevar a la tiranía, ya que los ciudadanos, al no estar bien informados, podrían ser fácilmente influenciados por demagogos. Esta crítica sigue siendo relevante. En muchos casos, los políticos utilizan la retórica y la propaganda para ganar apoyo, a veces sacrificando el bien común por intereses personales o de grupo.

Sin embargo, también hay quienes argumentan que la democracia, a pesar de sus imperfecciones, es el mejor sistema que hemos encontrado para garantizar la participación ciudadana y la rendición de cuentas. En algunos países donde la democracia ha prosperado, se ha observado un aumento en la libertad de expresión, derechos humanos y acceso a la educación.

La clave podría estar en la educación cívica y el empoderamiento de los ciudadanos. Cuando las personas están bien informadas y comprometidas, son menos susceptibles a la manipulación. Un ejemplo contemporáneo es el movimiento por la transparencia y la rendición de cuentas en diversas democracias, donde los ciudadanos usan la tecnología para exigir mayor integridad a sus líderes.

Es un tema complejo, y hay muchas capas a considerar. ¿cómo podríamos mejorar la democracia para que sea menos susceptible a la manipulación?

Es cierto que, en muchos contextos, el abuso de la figura de la democracia por parte de políticos se ha vuelto una preocupación común y alarmante. Este fenómeno se manifiesta de diversas maneras, como la manipulación de procesos electorales, el uso de recursos públicos para campañas personales, la desinformación y la polarización de la sociedad para mantener el control.

Cuando los políticos priorizan su propio beneficio sobre el bienestar de la ciudadanía, comprometen la esencia de la democracia, que debería ser un sistema basado en la participación, la transparencia y la rendición de cuentas. Esto puede llevar a la desconfianza en las instituciones democráticas, el desinterés de la población en participar en el proceso político y, en última instancia, a la erosión de los valores democráticos.

Es fundamental que los ciudadanos se mantengan informados, participen activamente en la vida política y exijan responsabilidad y ética a sus líderes. La vigilancia social y el compromiso cívico son esenciales para contrarrestar estas prácticas y fortalecer la democracia, asegurando que realmente funcione en beneficio de todos y no solo de unos pocos.