
Por Eduardo Aristizábal Peláez
De acuerdo con las investigaciones del periodista mexicano Manuel Buendía Tellezgirón, la columna surge en la historia del periodismo hacia 1872.
Los periódicos liberales fomentaron las publicaciones de opinión que revelaran una opinión real de los hechos que estaban sucediendo. Actualmente en los medios de comunicación existen diferentes tipos de columnistas claramente definidos.
Los periodistas profesionales, vinculados al medio mediante contrato laboral o civil, quienes además de hacer su laboral habitual como reporteros, también opinan y los particulares, simplemente colaboradores, que no son periodistas, sino técnicos.
Quiero referirme en el día de hoy a los columnistas, colaboradores, distintos a los periodistas profesionales, que también tiene sus columnas de opinión. Son personas, no profesionales, de los medios de comunicación, que dedican parte de su tiempo, a escribir artículos de opinión, en los medios masivos. Inicialmente su labor la desarrollaban únicamente en los impresos, ahora ya se volvió común también en la radio y hasta en algunos espacios de televisión.
Generalmente los columnistas son personas cuya vida profesional, no tiene nada que ver con los medios de comunicación, son personas que animados por su formación y facilidad para asimilar algunas técnica de comunicación, aprovechan para poner a consideración de los lectores, oyentes o televidentes sus opiniones, y experiencias, impulsados por una sana pasión por escribir y expresar por estos canales sus opiniones, vivencias, pero su verdadera intención, es que la sociedad conozca sus puntos de vista sobre temas, generalmente de actualidad, por lo tanto buscan un conducto como son los medios masivos.
Los responsables del medio respetan ese espacio que les conceden para que el columnista aporte una visión diferente a la sola narración de las noticias de actualidad y el receptor tenga una alternativa de recibir una opinión personal, sobre un determinado asunto o tema de actualidad que le preocupa, no solo a él, sino a todos los ciudadanos.
Además, el medio da una sana imagen de pluralidad, de apertura. No narran ningún acontecimiento, ni escriben ninguna noticia, hablan y escriben de lo que les agrada y conocen, con una relativa autonomía y libertad con el medio para el que escriben, no están sujetos a relación laboral alguna, ni obligación de ningún tipo; son verdaderos aficionados.
El columnista habitualmente es una persona de la calle, es una persona que está viviendo con sus semejantes las mismas situaciones, que comporta la misma historia, que atraviesa los mismos momentos y que tiene la inspiración de plasmar en el papel, por medio de la escritura, todo este compendio de hechos y acciones que conforman la vida y la cotidianidad diaria del ser humano. No es periodista.
Desafortunadamente en los últimos años, por intereses económicos o políticos, propietarios de algunos medios de comunicación han abierto de par en par la puerta a algunos de estos aficionados sin el más elemental perfil de comentaristas quienes se dedican irresponsablemente a realizar criticas despiadadas sin ningún elemento material probatorios, simplemente a buscar ventajas personales.
Columnistas disfrazados que se apartan del verdadero y sano objetivo de las columnas. Y qué decir de aquellos aparecidos que, por escribir una simple columna en cualquier medio digital, que abundan y cada vez crecen más en proporción geométrica, consignan debajo de sus nombres el crédito de periodista.
Definitivamente el periodismo es una de las profesiones más importantes, complicada, golpeada, pero también más apetecida.
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