Por Oscar Domínguez G.
Omití incluir el prospecto de poema que le infligí a mi madre. Por lo pronto, no me ha rectificado desde el más allá.
Elegía por una flor
¡Cómo te recuerdo, hortensia silenciosa!
Ni una sonrisa me regalaste cuando besé tu mejilla fría.
Comprendí entonces que la muerte es para toda la vida.
Viendo cómo te apagabas, le retiré el saludo al orfebre de estrellas.
Nos reconciliamos (¿¡) cuando te llamó a su izquierda mano.
Fue un guiño coqueto a tu zurdera.
Dios no tiene presa mala. Dirías.
Discreta como un salmo
Te gastaste todo el protagonismo en tu prole.
Amabas la vida. Las arrugas te dañaban la comunión.
No rimaban con tu coquetería de todos los semestres.
Si no podías contemplar los sietecueros
Tampoco tenía gracia continuar en la pasarela.
Disfruta tu sabático eterno.
Desde allí sigue alumbrando nuestro ocaso.
Y celebrando otros amaneceres surgidos de tus entrañas.
En cada flor estarás tú, hortensia.
(Abril de 2015)
En la mía, doña Geno, las felicito a tuiticas. Son necesarias como el agua y la luz juntas. (y acabo de descubrir el agua tibia).
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