5 diciembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El viejo escorpión

Haga Click

Image Map

Por Oscar Domínguez G. 

No somos muchos los bípedos implumes que tenemos amigos y colegas de 99 años cumplidos en noviembre que a su edad fuman Pielroja, toman tinto, leen todo el día empezando por el periódico, resuelven el crucigrama y silban creaciones de Handel, Mozart, Beethoven, Bach, Albéniz.

Desde hace años no escribe una vocal. “No redacto un vale, no tengo computador ni máquina de escribir… Se me olvidó escribir. Sé hablar medianamente”, me dijo en una tenida en la que nos reuníamos a empanadear, uno de sus verbos inventados. Hablo del Loco Gonzalo Castellanos Martínez, de Málaga, Santander, hermano de otro ícono del periodismo felizmente vivo, Alfonso, residente en Santa Marta, por prescripción  médica.  

Gonzalo es un gentleman en su arreglo personal. No le deja nada al azar en materia de elegancia. Nada de ser un viejito descuidado con su pinta. Sería feliz si pudiera volarse solo a practicar esta pagana trinidad: tomar tinto, comer empanadas, echar paja. Maneja el bastón tan bien como cuando escribía sus espléndidas crónicas para El Tiempo, Cromos, Hit, Antena que su hijo y colega Gonzalito, ducho en derechos de autor, tiene digitalizadas.  Los fans del viejo escorpión hacemos fuerza para que se publiquen sus crónicas. El propio Gonzalo dice que no vale la pena editarlas. Aprenderíamos de él viejos y jóvenes. Me contó que su crónica preferida es la historia de un crimen pasional entre pájaros en un aviario que tenían los padres franciscanos (¿o salvatorianos?) en La Estrella, Antioquia.

En 1944 vivió amancebado con los linotipos de El Liberal, de López Pumarejo, o El Siglo, donde veía pasar por los talleres a Laureano Gómez. En Caracol de los años sesenta recibió la alternativa en periodismo de manos del maestro Antonio Pardo García, el rey del primer párrafo, también felizmente vivo. Se lució en prensa, radio y televisión. Pobres los premios de periodismo que no se han ganado un Castellanos.

El matriarcado que arropa a Gonzalo cuenta que la receta para su longevidad radica en disfrutar de todo al máximo, ser ingenioso, vivir enamorado de todo. Que no falte su dosis de mal genio, y pasarse por la galleta lo que otros consideran trascendental. Se alimenta del maná de la buena conversación hasta el punto de que podría cobrar la entrada por oírlo narrar la historia que le ha tocado vivir. Abre la boca y está dando cátedra de buen periodismo. Y recordando a la mujer de todas sus vidas Luz Alba Valenzuela, con quien vivió casado 63 años.

“Fui un peón de brega, un reportero a sueldo. Nos le entregamos desnudos al periodismo… Irse del periodismo es como irse de uno mismo”, le escuché decir al abuelo Castellanos una tarde-noche de bohemia con empanadas. (Opinión).

Fotos (del álbum familiar)

Pie de 1.- Gonzalo y sus cinco vástagos: Esther, Nubia, Pilar, Jimena y Gonzalo Jr.

Pie de foto 2.– Gonzalo en su eterno oficio de lector.