28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El triaje ético-maléfico

Por Misael Cadavid MD 

La tristeza producto de un comentario que me hizo una amiga quien tiene a su señor padre esperando en un servicio de urgencias para que le asignen una UCI y según ella le expresaron que, si llegaba un paciente joven, le quitarían inmediatamente el turno para UCI y la máscara de oxígeno para ponerla al nuevo inquilino del servicio de urgencias, me ha conllevado a escribir estas líneas entre un mar de sentimientos encontrados. Es lo que llaman el triaje ético que podría convertirse en maléfico. 

El triaje ético no es la solución a la atención de los pacientes críticos, simplemente es la respuesta más fácil a la ineptitud no solo del sistema sanitario, sino del social, económico y cultural de un país. Es lo menos ético y más legal para hacerle frente a una crisis sanitaria fallida y podría convertirse en una solución non sancta, para que los profesionales de la salud tomen decisiones aleatorias no adecuadas. 

Y es que el número de pacientes que necesitan cuidados intensivos supera la capacidad instalada.  Muy a pesar de las proyecciones epidemiológicas que se hicieron de lo que está sucediendo, las autoridades sanitarias no actuaron con la celeridad y eficacia necesaria para evitar esta catástrofe. La vacunación va cuenta gotas por muchos motivos, desde retrasos en la adquisición de las vacunas, pasando por trámites burocráticos robustos, hasta la falta de vacunadores con título del Sena como si poner una simple inyección fuera algo del otro mundo, es que le hemos puesto mucha música a la aplicación de la vacuna lo que va enlenteciendo el proceso. 

Cuando hay una asimetría entre la poca oferta y la gran demanda se acude a la ley de oferta y demanda. Si es un bien o servicio se aumenta su precio y de esta forma se va depurando la demanda. 

Pero la vida humana no es negociable. La vía del precio no funciona. 

Por eso se acude al triaje; ese que se realiza en salas de urgencias para ubicar a los pacientes en el nivel correcto de atención. Su objetivo es optimizar recursos físicos y humanos para dedicárselos a los que tienen mayores probabilidades de sobrevivir. El triaje es válido si hay un tratamiento apropiado distinto entre pacientes. Sin discriminaciones ni dilaciones, con fuerte evidencia científica sin tener que recurrir a la bola de cristal. 

Esta situación de decidir, impone varios interrogantes: ¿A qué paciente tratar de salvar? ¿Es por su condición económica? ¿Por su condición social? ¿Por su su edad? ¿Por sus comorbilidades? ¿Por la presión que ejercen sus familiares y amigos? ¿Por la equidad de género? ¿O por sesgos subjetivos a la hora de decidir? 

Al margen de cuál sea la respuesta, es muy importante tener en cuenta que casi ningún tratamiento en medicina proporciona o garantiza un beneficio seguro. 

Ahora bien, con el triaje ético se le asigna un valor subjetivo a la vida, decidir entre un paciente de 70 años y uno de 35 años podría ser fácil pero si el de 70 es un prohombre, reconocido ciudadano, filantrópico, altruista, con proyecciones sociales intactas y sin comorbilidades importantes y el de 35 es un antisocial y drogadicto consumado, he ahí un gran dilema ético. ¿Cuál recibe la Uci? Posiblemente el triaje ético decide el de 35 años. 

En el triaje “ético” se le asigna un valor a la vida de cada uno. 

El comité de ética, decide qué vida vale menos que la otra, condenándola a fallecer. Es, por supuesto, una visión utilitarista no igualitarista ni prioritarista de la vida humana. En este caso, los resultados son obvios. El de 35 años tiene una mayor esperanza de vida, mientras que el de 70 ya vivió mucho. Nada más absurdo. 

Los ejemplos podrían ser ilimitados: Escoger entre un Gordo y un Flaco, entre un hombre soltero y solo y una señora con hijos y nietos, entre un ateo o un católico como el médico tratante, entre uno negro y un blanco, entre un joven vendedor ambulante y un joven músico o científico, entre un profesional cuarentón o una bella joven con 2 hijos, entre una puta y una monja, entre un niño con retardo mental o un niño con coeficiente intelectual alto. 

La autoridad para definir quién vive y quién muere, puede ser la misma que podría utilizarse para realizar otros análisis. Porque todos desde el punto de vista eminentemente humano, somos iguales, pero según este sistema perverso de triaje, unos son más importantes que otros. 

Indiscutiblemente tenemos un precio después de todo. 

Las respuestas a estos “dilemas” podrían ser obvias para la mayoría de gente, pero creo que ni el señor de 70 años, ni el gordo, ni el soltero solitario, ni la puta, ni el niño bobo, son per se inferiores a los otros. 

Puede convertirse el triaje “ético” en una fábrica de injusticia e impunidad. En su momento también lo fue la inquisición. 

Si el derecho a la vida es inalienable y no transable, la asignación de UCI debería hacerse de acuerdo a la llegada de los pacientes. 

Pero la ineptitud, la falta de políticas sanitarias y sociales contundentes, sumado a la indisciplina e irresponsabilidad de algunos ciudadanos, llevarán al personal sanitario ese que amamos y respetamos a tomar decisiones muy difíciles y que se podrían convertir en absurdas y cualquiera que sea el criterio con que se tome una decisión supondría una condena injusta para todos los que podrían venir detrás. 

Estamos enfrentando una verdadera tragedia.