16 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El TLC en el ojo del huracán; la lengua de Petro al congelador 

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Por Jorge Alberto Velásquez Peláez 

No me voy a referir al mensaje tan «trabado» de Petro al presidente estadounidense por su repentina y ahora reversada decisión de imponer aranceles a las importaciones de productos colombianos, ni tampoco lo haré sobre la infantil ingenuidad del alcalde Fico, al proponer una delegación paisa para arreglar en Washington semejante despelote, con el argumento de que el presidente no representa a todos los colombianos, tesis seguramente compartida por el gobernador, quien quizás pensó en una “vaca” para cubrir los gastos de desplazamiento de funcionarios y asesores.

Sorpresivo combo de modernos salvadores de la patria, aunque ellos, a diferencia de nuestra nueva canciller, si tienen visa.

Escribo sobre lo Importante. En principio, todos los productos que exportamos a los EE.UU. estuvieron muy cerca de pagar en ese país un impuesto del 25% por decisión de Trump como represalia al impedimento de nuestro gobierno del aterrizaje de dos vuelos con repatriados nacionales desde los EE.UU.

Petro, en reciprocidad, anunció igual medida para los productos estadounidenses, y con ello no hubiera terminado todo, pues el tocayo del pato había acordado que más adelante el impuesto se duplicaba, y en ese entonces con certeza nuestro gobierno hubiera procedido de igual manera, por berraquera presidencial y quizás por dignidad nacional.

Estuvimos muy cerca de asistir al sepelio del famoso TLC, aunque debo decir que a partir de ahora debemos estar preparados para que ello finalmente ocurra. Pero no hubo necesidad de llegar a tales extremos pues el presidente Petro tuvo (y tendrá) que aceptar lo que haga y diga el gobierno de Trump con nuestros paisanos deportados, y con todo lo que se le ocurra, en todos los temas, en todas las circunstancias.

Quedarán, esas sí, las heridas de los “embriagados y alucinados trinos” del mandatario colombiano contra su colega estadounidense. Sin duda Marco Rubio ya empezó a actuar, y como se dice coloquialmente, “no hay que darle papaya”.  

En términos prácticos lo que estuvo a punto de ocurrir fue esto: quien compra café colombiano hubiera preferido por precio el de Vietnam que no paga impuestos, y las floristerías habrían decidido adquirir flores ecuatorianas, eso sí, con el problema de los inmediatos despachos para el día de San Valentín.

La cocaína seguiría ingresando sin restricciones y sin impuestos (quizás con el clan del Golfo absorbiendo mano de obra que hubieran despedido los exportadores), pero nuestros bananos no habrían podido competir con los ecuatorianos, ni los aguacates con los peruanos, considerando que muy probablemente los de México serán castigados con aranceles.

Hay que advertir que por razones diferentes a las mencionadas en nuestro caso, las exportaciones de Canadá, México y China serán gravadas con arancel del 25%, y vendrán más restricciones comerciales para países inconformes y que se distancien de los EE.UU.

Los confeccionistas colombianos han sido visionarios y precavidos, y quizás anticipándose a la posible defunción del TLC, se han venido retirando de ese mercado, como lo demuestran sus pobres exportaciones de 173 millones en 2023. Pero hay sectores que sí creen en la importancia de vender en el mayor mercado mundial, y para ellos la aplicación de aranceles hubiera sido un duro golpe, un golpe fatal: combustibles, pescados y mariscos, productos de aluminio y de plástico, oro y esmeraldas, aparatos eléctricos, productos metalmecánicos, azúcar y confitería, cacao, entre cientos de más renglones que difícilmente encontrarían un mercado de destino sustituto.

En general, no solo habríamos perdido nuestro principal destino exportador, sino además al mayor proveedor externo, no únicamente de bienes de consumo sino también de maquinarias y equipos, de materias primas, de partes y autopartes.

Nuestras ventas de casi 14.000 millones de dólares se habrían esfumado como alguna vez dejamos esfumar más de 6.000 millones que vendíamos en Venezuela.  
En este momento el TLC se encuentra en el ojo del huracán.

No hubo necesidad de presenciar un fracaso total en cualquier gestión mediadora de Fico y Rendón. Pero el país entero debe estar alerta, pues el futuro (no solo comercial) de las relaciones entre EE. UU. y Colombia dependerá del enriquecido ego de Trump, quien se considera el elegido divino como líder universal, y Petro, quien creía que era él quien había sido designado como tal.  
Adiós globalización, adiós libre comercio, adiós exportaciones colombianas, adiós empleo, adiós inversiones, si Petro no se calla.

¿Cuántas empresas optarían por abandonar a Colombia para establecerse en un país desde el cual puedan exportar sin inconvenientes al mayor mercado mundial? ¿Cuáles serían los niveles de inversión en creación de nuevas compañías y/o ampliación de las existentes sin la posibilidad de exportar a los EE.UU.? ¿Cuál es hoy el nivel de confianza de los empresarios e inversionistas en un presidente que convierte su celular en un ring de boxeo como su principal estrategia de diplomacia internacional?

Y Marcos Rubio apenas comienza.