16 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El territorio y los territorios

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez

Las “masacres” de campesinos en zonas apartadas de nuestra geografía han sido convertidas en oportunistas escándalos por parte de algunos políticos y los medios de comunicación de la llamada oposición. En Medellín en el último año de gobierno de Federico Gutiérrez hubo seiscientos asesinatos, una suma mayor hubo en Bogotá y en Cali y en cada ciudad colombiana, en cada región el número anual de asesinatos es escandaloso pero solo ahora se ha sacado esta problemática de las páginas rojas de los medios de comunicación para manipularlas en una escalada de esa Oposición en contra de nuestras fuerzas de seguridad. Por el hecho de ser cometidos por “grupos armados al margen de la ley” – con este eufemismo se pretende ignorar el nombre y la responsabilidad de cada grupo criminal- se ha pretendido no seguir diferenciando las verdaderas matanzas de las Disidencias de las FARC, ELN, Los Pelusos, El clan del Golfo, de los asesinatos   cometidos a diario por la delincuencia común. Que cobre inusitada relevancia informática el asesinato de unos pobres mineros o de unos mercenarios en  algún territorio ignorado es algo que cobra una gran importancia en estos momentos al venir a recordarnos que existen los territorios y que en esas periferias viven ciudadanas(os) para los cuales su territorio es sagrado y que ningún violento puede avasallarlo por la fuerza. El comienzo de la reestructuración democrática del país a partir del frágil acuerdo de Paz debió comenzar por replantear divisiones territoriales caducas mantenidas solamente por un interés electorero de algunos grupos políticos  gracias a los cuales se continúa permitiendo abusos administrativos, ausencia grave de la justicia y el hecho de que la barbarie campeen a sus anchas  recurriendo al más horrendo delito como lo es el desplazamiento violento. ¿Existe Urabá o existe el Meta o Barbacoas o Itsmina o Bagadó o Peque o Samaniego? El monstruoso bogotanismo de la información y la justicia ha supuesto como lo acaba de recordar el Procurador la invisibilisación del país nacional. ¿De qué se habla entonces en el Senado y el Congreso, en las Asambleas y Concejos a qué Colombia se refiere nuestra izquierda pija? La ignorancia, el cretinismo, son manifestaciones propias de la tautología que se ha apoderado de buena parte de nuestra clase política cuando como hoy la realidad se ha encargado de cuestionar su supuesta representación de las regiones o sea de realidades históricas, culturales, legitimadas  por las redes del intercambio social establecidas a lo largo de los años y que muchos de esos representantes ni siquiera conocen. Reconocer las regiones consiste en reconocer sus autonomías para contar con el más válido de los argumentos contra la violencia de los desplazadores. En un mapa abstracto cualquier atrocidad puede pasar de soslayo ya que sus habitantes simplemente no existen para esta bogotanización de la justicia que instrumentó el santismo para su propio beneficio y que sólo puede ser respondida recuperando la autonomía de los territorios, el rostro y los derechos y deberes de sus pobladores.

Pero la tarea destructora del populismo y anarquismo   consiste en negar la fiscalización de la razón y regresar a la ley de la selva tal como lo vemos en el caso del petrismo donde el individuo convertido en masa es capaz de cometer los peores desafueros y donde las ideas políticas convertidas en religión conducen al fanatismo: organizadas brigadas de choque mussolinianas transformadas hoy en frenético yihadismo. Y nuestro eufemismo: seguir llamando vándalos a quienes la justicia universal tipifica como terroristas y somete a severas condenas.