18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El TdeA y el adiós a Lorenzo Portocarrero

Por Orlando Arenas Tamayo 

No es de poca monta el momento actual de una institución universitaria como el Tecnológico de Antioquia que ha tomado la decisión de nombrar nuevo rector al Dr. Leonardo García, actual secretario general de la institución universitaria antioqueña, adscrita al gobierno departamental quien seguramente  dará continuidad a la obra adelantada por el saliente funcionario, un hombre de excelsas calidades académicas que no merece el trato recibido, aunque su sucesor seguramente es de la más alta consideración y confianza de las directivas actuales desde el propio Dr. Portocarrero. 

No entiendo qué pudo pasar al interior del Consejo Directivo al permitir la salida de un rector emérito por la puerta de atrás, sabiendo la inmensa obra dejada por un hombre cuyos lauros académicos no tienen parangón entre sus competidores por ilustres que ellos sean y dejo constancia de las grandes cualidades de ellos, algunos de los cuales conozco, pero nunca de la dimensión de quien ha llevado la representación legal del tecnológico durante tantos años  y ha logrado  superar hitos muy importantes como ser la primera de las públicas del orden departamental en obtener la Acreditación Institucional de Alta Calidad, según la resolución16890 de 22 de agosto de 2016 con una vigencia de cuatro años  y ya en el presente año, el  17 de julio, ratificar  sus avances con la renovación por ocho años, mediante resolución 13167.  Es este el mayor logro del Tecnológico, pues la acreditación supone avances en el orden administrativo, académico, de infraestructura y consolidación técnica y tecnológica, además de avances en la tarea de la investigación con la existencia de doce grupos  clasificados en Colciencias y una oferta de treinta programas de pregrado en los niveles técnico profesional, tecnológico y universitario a través de cuatro facultades, en las áreas de ingeniería, ciencias administrativas y económicas , educación y ciencias sociales y en derecho y ciencias políticas, esta última sin un complemento importantísimo que debería ser una propuesta para este cuatrienio y es la de constituir una escuela de humanidades, para que sus egresados se compenetren del contexto social y humanístico en el servicio de la carrera y no se limiten al aprendizaje del llamado derecho legislado. Digamos, además que los programas tienen registros calificados y once de ellos tiene acreditación de alta calidad. Como hecho relevante en esta importante serie de logros, tenemos el registro calificado del Doctorado en Educación y Estudios Sociales que obtuvo la institución y enorgullece a su rector Lorenzo Portocarrero Sierra, entregado por el viceministro de educación el pasado 23 de julio, el primero que se oferta por una institución universitaria pública colombiana. 

Aunque en materia de infraestructura física, la institución ha avanzado mucho en la construcción de nuevos bloques para atender académicamente  a los estudiantes y que en mi humilde concepto ha detrimentado la calidad del campus universitario por no disponer de áreas a cielo abierto para el solaz de mente y cuerpo, lo que seguramente será otro frente a resolver con la compra de nuevos predios anexos, no obstante, ello ha significado nuevos espacios de formación, laboratorios y escenarios para el aprendizaje de lenguas y espacios sociales como la vía circunvalar y nuevas cafeterías para el disfrute de sus estudiantes preferencialmente de estratos 1, 2 y 3 en más de un noventa por ciento de su población estudiantil y todo este crecimiento tan grande en un tiempo institucional muy corto, que habla con explicitud de la tarea muy meritoria cumplida por un rector emérito como el actual ya de salida que decidió con valentía presentarse de nuevo como candidato sin sopesar la dimensión de las fuerzas existentes en el seno del Consejo Directivo y si tales fuerzas no tendrían en consideración la formidable tarea cumplida para darle la espalda al funcionario ejemplar seguramente en pos de otro tipo de propósitos. 

Leonardo García conoce el T. de A. y sabe las directrices trazadas por el rector saliente para la consolidación institucional de la universitaria en un mar turbulento por la agitada época de cambios que demanda la sociedad del conocimiento. La etapa de crecimiento tiene asegurada una continuidad con el proyecto de construcción de una nueva sede universitaria en Itagüí, sector de Ditaires, avaluado en más de treinta mil millones de pesos en un predio donado por el municipio, lo que habla bien claro del reconocimiento institucional de Lorenzo Portocarrero Sierra como dirigente de la educación en Antioquia y de su equipo de colaboradores de entre los cuales sale su reemplazo. 

Para que la opinión sepa la clase de rector que perdió el T. de A.  conviene recordarle a la opinión la hoja de vida de su actual rector solamente para decir que es Doctor en Administración de la Universidad Simón Bolívar, especialista en varias áreas financieras y bancarias de la U. Complutense de Madrid, Magister en Administrador de Empresas de Eafit, Administrador de Empresas y miembro de las juntas directivas de Icetex, Ascún y Red TTU. Jugaba de local frente a un nutrido abanico de candidatos entre los cuales destaco al Dr. Leonardo García, finalmente seleccionado, al Dr Elimeleth Asprilla Mosquera y mujeres como Johana Andrea Aguilar Barrera, todos en general un grupo de honor de personas dedicadas al servicio público de la educación superior. 

Me queda solamente especular con las situaciones vividas al interior del Consejo Directivo, con la presentación de las propuestas de los candidatos, entre ellas y seguramente la primera, la del Dr. Lorenzo Portocarrero y contrastar luego esta situación con el duro trance de decirle al rector  Portocarrero que esta vez no lo acompañarían, que el gobierno y los restantes miembros del Consejo deben agradecerle los invaluables servicios prestados, pero debían pedirle que diera un paso al costado, que tenían la decisión tomada de hacer un relevo como si de nada valiera la monumental obra realizada en favor de la institución a la que dedicó los mejores años de su vida. Entonces sería la hora del desencanto, de sentir que todo vale nada y el resto vale menos, nada que ver con los candidatos presentados y menos en contra de una realidad incontrastable a la hora final cuando Lorenzo pudo percatarse que sus amigos en el seno del consejo, los que lo han acompañado durante años y a los cuales él sirvió con decidido afán de devolver lisonjas y favores, habían encontrado una nueva forma de valerse con otra cara en la rectoría, la vieja forma de dar la espalda y tal vez con la sensación de que otros amigos a quienes nunca atendió fueron finalmente los encargados de destacar sus ejecutorias ya olvidadas.    

Es el adiós a un rector grande y la bienvenida a una esperanza que comienza.