La noticia sobre el deceso de El Socio Bernardo Guerra Serna inundó y a la vez sacudió las redes sociales, en Antioquia y el país. Y no es para menos.
Porque es imposible hablar de la historia del Departamento y de Colombia sin tener en cuenta el nombre de Bernardo Guerra Serna, conocido en el universo de la política y de la calle como El Socio. Con respecto y con afecto.
Quienes tienen algún recorrido en la política tuvieron que ver de alguna forma con la trayectoria de El Socio, un hombre perspicaz y un viejo zorro en ese trajinar político que él convirtió en un ajedrez donde sabía moverse con propiedad y seguridad. Por eso en su momento llegó a ser el político más poderoso de Antioquia y del Congreso.
Los periodistas que lo conocieron de cerca saben de ese olfato que tenía para analizar y predecir las coyunturas políticas, los personajes, sus actuaciones, con un humor negro muy particular y a veces con una mordacidad certera e implacable que despertaba sonrisas o iras. Era sarcástico cuando debía serlo y también afable si era necesario.
Alguna vez, refiriéndose a un alcalde que nombró de gerente de EPM a un político con muchas influencias, dijo categóricamente: – “Se equivocó. Uno no puede nombrar a alguien que no pueda destituir”.
El periodista Guillermo Zuluaga Ceballos escribió un excelente libro sobre El Socio. Para hacerlo se aproximó a él y su familia durante más de 9 meses.
Cuenta de una forma amena y entretenida la historia de un hombre humilde, que debido a la violencia tuvo que salir huyendo con su familia de su pueblo natal, Peque, en el occidente de Antioquia; un hombre que con el paso de los años se convirtió en fiel seguidor de Gaitán, López Michelsen y del Partido Liberal, y que aún a pesar de no pertenecer a las élites políticas del país terminaría convirtiéndose en uno de los principales políticos de finales del siglo XX en Colombia.
En estas páginas el lector descubrirá a don Bernardo Guerra Serna, el político, el presidente del Congreso de la República, el alcalde y gobernador, pero también, al amigo incondicional, al abanderado del Partido, al padre, al esposo, al abuelo; pero sobre todo al Socio, ese hombre que siempre tuvo tiempo para escuchar a los campesinos, ese hombre que siempre estuvo dispuesto a darle una mano a quien lo necesitara.
Al final de su vida, con tanto contradictor que tuvo, El Socio Bernardo Guerra terminó sus días siendo amigo de todos, el mejor amigo.
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