
Por Mario Morales
Razón Pública
En medio de la tensión política presidencial, los embates contra el periodismo exponen dificultades profundas y desafían la democracia en el país.
Lo nuestro es el conflicto, como lo sabe en carne propia medio país desde que tiene memoria, por lo menos. Como se deduce con esas nueve cajas chinas que buscan dialogar con los armados ilegales.
En el mismo origen o por el mismo efecto, junto a esa violencia interminable, asistimos escandalizados a otras guerras y por otros medios: la primera, la guerra por el relato, a sabiendas de que la historia ya no la escriben los vencedores, (como dice la manida frase cuya autoría se pelean Walter Benjamín, George Orwell y Winston Churchill), sino quien tenga más likes, más bodegueros y más viralización.
La segunda, la guerra por el control de la agenda pública que hace tiempo se llevó por delante la agenda mediática y la agenda política, por debilidad, ignorancia o falta de convicción de periodistas y políticos de oficio.
Y la tercera, la guerra por el poder, que algunos asocian al poder gubernamental, otros al poder económico, otros al poder de hecho y otros al poder simbólico.
En esos escenarios es necesario preguntarse en primera instancia quién ostenta el poder; si es acaso el gobierno que escasamente ha podido salvar las dos últimas legislaturas en su ambicioso plan de reformas; o si es la oposición en su papel de palafrenero en los procesos de cambio para insistir que las cosas se hacen a su modo; o si son las mafias enquistadas que siguen esquilmando el presupuesto ante el estupor general. (Lea periodismo).
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