19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El peor de los tres

Por Rodrigo Pareja

Muchos expertos con más versación en asuntos que tienen que ver con la actuación y reacción del ser humano frente a diversas circunstancias, podrán explicar en el futuro algo relacionado con lo que está sucediendo ahora por la muerte de Diego Armando Maradona.

Junto al intachable Pelé y el hasta ahora correcto Leonel Messi, el desaparecido astro argentino integra la Santísima Trinidad en lo que hace relación con la disciplina futbolera, dignidad en la cual ninguno es el número uno indiscutible, salvo el querer de cada defensor o hincha que se anime a sostener tal cosa.

A lo largo de la historia desde que se tiene memoria, los laureles y reconocimientos en todos los campos, sobre todo en el deportivo, han sido discernido a personajes que, además de sus logros en la disciplina de su especialidad, se han erigido en modelos dignos de imitación.

Haciendo abstracción de lo futbolístico en el caso de Maradona, donde para muchos es inimitable, puede decirse que todo lo demás que hizo en su vida fue precisamente aquello de lo que ningún ser puede sentirse orgulloso.

La hipérbole, la exageración, el fanatismo y la idiotez de miles, hasta el punto de calificarlo como un Dios, han estado a la orden del día en una inatajable verborrea, coreada inclusive por muchos de lo que apenas alcanzaron a conocer un Maradona en plena decadencia y en estado calamitoso.

Esto último válido y real, porque desde hace casi treinta años, cuando se despidió de Nápoles y su último ciclo triunfal, entró en barrena su vuelo hasta estrellarse definitivamente en los pasados días en un estado lamentable que nada tenía que ver con sus días de cenit.

Con decir que miles de sus ciegos seguidores que hoy derraman por él lágrimas de cocodrilo, tendrían escasamente un año cuando perpetró el peor dolo futbolero de la historia, falta grave por la cual lo adoran y pasó a la historia como si nada.

“Mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable”, lo llamó ese gran hombre de las letras suramericanas, Eduardo Galeano, y aunque haya sido en el marco de un extraño panegírico, resultan títulos nada honrosos ni envidiables.

Por eso y por mucho más, es inentendible lo que está pasando con Maradona y su muerte, salvo ratificar que como ser humano — no como futbolista — fue el peor de los tres.