
Por Jorge Restrepo Potes
‘Lo que puede la edición’, tituló Ricardo Carrasquilla la simpática poesía que destaca la importancia que tiene la presentación de una persona para merecer la aceptación del público.
En el mundo del periodismo escrito también puede aplicarse la frase del vate bogotano. Por eso me siento feliz con la nueva imagen de El País, que ingresa al universo de los grandes diarios del planeta.
En Barcelona admiro Vanguardia, el magnífico diario catalán que todos los días trae los mejores colaboradores, y amplia información nacional y extranjera, en su formato parecido al adoptado por este periódico, en el que colaboro hace 48 años.
En la madrugada del 1 de junio en un accidente doméstico, tropecé con un mueble de la habitación, caí de bruces, y recibí un fuerte golpe en la cabeza. Como no hubo herida sangrante, acudí al frasco de alcohol y ese mismo día asistí a un acto político con mi amigo Norberto Tascón, presidente del Directorio Liberal Departamental.
Al día siguiente me entró cierta preocupación y fui a Colsánitas, y en urgencias aconsejaron hacerme una tomografía cerebral, cuyo resultado fue satisfactorio pues uno de los mejores neurólogos de la ciudad manifestó que mi cerebro no había sufrido.
Un mes después del golpe noté que al escribir en manuscrito el borrador de esta columna, mi mano derecha no respondía, pero como tenía el concepto previo del neurólogo relacioné esa incapacidad con mi edad, que como ya lo he dicho en este sitio alcanza la alta cima de los 90.
A los pocos días empecé a tener inestabilidad al caminar, y entonces solicité una nueva tomografía, y cuando dieron el resultado me enteré con inmenso susto que había un sangrado en el cerebro.
Tuve la fortuna de que el neurocirujano de Colsánitas que en ese momento estaba de turno, el doctor Jaime Olayo, me explicara que en los adultos mayores que sufren golpes en la cabeza con frecuencia se produce sangrado y que hay dos opciones para el paciente: apelar a los fármacos, que no garantizan buen resultado y que sus efectos, si los hay, pueden surgir varios días después, exponiéndome a tener convulsiones. Que él aconsejaría hacer cirugía para drenar el sangrado. Que yo escogiera una de las dos alternativas.
Desde luego, preferí el procedimiento quirúrgico. Esa misma noche me hospitalizó en la clínica Sebastián de Belalcázar y un día después me intervino con el propósito de drenar el sitio donde se encontraba el problema, que se realizó exitosamente el viernes pasado.
Expreso mi profunda gratitud, tanto al doctor Olayo como al personal de la Clínica por la magnífica atención que me dieron.
La operación consistió en abrir dos pequeños agujeros en el cráneo e introducir la sonda para absorber la sangre. No hubo ninguna complicación postoperatoria, y aquí estoy cumpliendo mi compromiso con el periódico que generosamente me ha acogido desde hace casi medio siglo.
***
Sentí una profunda emoción cuando apareció en página entera de El Tiempo la fotografía de mi querido paisano y amigo Gustavo Álvarez Gardeazábal, promocionando sus libros editados por Intermedio. El último es ‘El papagayo tocaba violín’, que encierra la historia de Tuluá, y la suya propia.
Para mi gusto ésta es junto con ‘Cóndores no entierran todos los días’ su mejor trabajo literario. Su lectura me ha hecho conocer muchas cosas de la historia de nuestro solar nativo, por el que ambos sentimos amor indeclinable. (Opinión).
* Abogado con 45 años de ejercicio profesional. Cargos: alcalde de Tuluá, senador y representante a la Cámara, Secretario de Gobierno y Secretario de Justicia del Valle. Director SAG del Valle. Columnista de El Pais desde 1977 hasta la fecha.
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