16 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El otro problema por comer mucha carne

Claudia Posada

Por Claudia Posada 

“Dentro de los gases más perjudiciales está el dióxido de carbono –que se produce especialmente por la quema de combustibles fósiles y la deforestación– y el gas metano, que se relaciona con la fermentación entérica de los rumiantes, es decir con el proceso digestivo de esta especie, por eso surge la necesidad de ser más conscientes del consumo de estos alimentos, y de que se requieren acciones individuales pero también colectivas”. Este planteamiento lo hace  la nutricionista y dietista Andrea Arango, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), candidata a doctora en Ciencias y Nutrición Poblacional, cuando  señala  porqué nuestra alimentación tiene mucho que ver con los Gases Efecto Invernadero (GEI). 

Desde distintas disciplinas, profesionales y estudiosos del cambio climático, nos llaman la atención para que tomemos conciencia de cómo, en las generaciones de hoy, está la responsabilidad de fijar la mirada sobre el planeta que vivimos, que nos regala bienestar y nos ofrece la perfección de la naturaleza; pues, cruelmente, estamos afectando con fiereza y pésimas prácticas ambientales, las riquezas que nos rodean. Entre tales asuntos relacionados con los hábitos que nos invitan asumir, está la dieta sostenible, es decir, la que, por su bajo impacto ambiental, contribuye a la seguridad alimentaria y nutricional, y a la vida sana de las generaciones presentes y futuras. 

En tal sentido, la dietista Arango tocó un “pecado”, tal vez poco conocido, en el que estamos cayendo desconsideradamente. Sostiene ella que, “La producción de carne de origen animal es uno de los principales causantes del aumento de GEI, en especial las carnes rojas provenientes de rumiantes, pues causan el 19 % de las emisiones, y además el 70 % del suelo se usa para la producción ganadera”. En la charla “Dieta sostenible para la nutrición y la salud ambiental”, del programa #SaludUNALContigo, la nutricionista habló además,  sobre los inconvenientes del consumo excesivo de este tipo de carne para la salud humana, al tener en cuenta que  puede producir enfermedades crónicas como algunos tipos de cáncer, afecciones cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ganancia de peso; por lo que entendemos entonces que, mientras más demanda de carnes rojas haya, más crecerá el número de  hectáreas destinadas a la ganadería sin control, y el  resultado será, sin duda alguna, el aumento de gases efecto invernadero.    

Cuando se habla de Dieta Sostenible, se hace referencia a “Una dieta con bajo impacto ambiental, que contribuye a la seguridad alimentaria y nutricional, y a la vida sana de las generaciones presentes y futuras”. Llevada a la práctica, se trata de una alimentación basada en leguminosas, tubérculos, cereales integrales, frutas, alimentos poco procesados, pescado producido de forma sostenible y consumo moderado o nulo de carne de origen animal. Alimentarse así, contribuye en la reducción, tanto de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) como en el uso del suelo. Gracias a esta información, la que obtuvimos desde la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) entendimos la estrecha relación entre las grandes extensiones ganaderas y los impactos al cambio climático.  

En tal sentido, Andrea Arango indicó que “La producción de ganado ha aumentado de 4 a 5 veces, al pasar de 71 a 318 millones de toneladas entre 2014 y 2020, y se estima que seguirá creciendo hasta llegar a las 455 millones de toneladas en 2050”. ¿Por qué entonces no se debe desestimar la relación entre el cambio climático y nuestra alimentación? Existen distintos factores que afectan el medio ambiente, entre ellos están los de tipo antropogénico (o de influencia humana) y entre éstos los relacionados con las emisiones de GEI –como gas metano, vapor de agua, óxido nitroso, gases florados y dióxido de carbono– los cuales empeoran cuando el alimento es de origen animal, por las razones arriba mencionadas, y  que se precisan así por parte de la investigadora nutricional Andrea Arango:  

“La carne vacuna produce al menos 295 kg de dióxido de carbono por kilogramo de proteína, mientras que en otras carnes, como el pollo, la producción es menor. Además, por 1 kg de consumo de energía para la producción de carne de rumiante, como la de res, se usan casi 7.000 litros de agua, con la carne de cerdo 2.182 litros, y en carne de pollo 1.773. Sin embargo, lo recomendable es reducir el consumo de toda carne de origen animal”. Las sugerencias dadas por la estudiosa de la nutrición poblacional, Andrea Arango, para que ayudemos con nuestro estilo de alimentación, individual y colectivamente, al medio ambiente, y en consecuencia legar un mejor planeta a las generaciones futuras, son justamente las que favorecen la disminución del GEI. Ella nos recomienda las dietas veganas principalmente, seguidas de las vegetarianas o la mediterránea; las que, además, dice, hacen que se dé una reducción importante en el uso del suelo.