29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Oasis de la vida

Por Luis Carlos Correa Restrepo

HAY COSAS QUE NO TIENEN PRECIO

Un joven baja de un tren del metro de Nueva York, vistiendo jeans y una camiseta. Se para cerca de la entrada, saca un violín de una caja y comienza a tocar con entusiasmo para la multitud que pasa por ahí, en la hora pico del día, toca durante 45 minutos y es prácticamente ignorado por todas las personas que pasaron por allí.

Nadie sabía que el músico era JOSHUA BELL uno de los mejores violinistas del mundo, ejecutando piezas musicales consagradas, con un instrumento rarísimo, un STRADIVARIUS de 1713 estimado en más de tres millones de dólares.

Algunos días antes había tocado en el Symphony Hall de Boston, donde las entradas costaron más de mil dólares.

La experiencia en el metro quedó grabada en video. Muestra hombres y mujeres de andar ligero, taza de café, celular al oído… Indiferentes al sonido del violín.

Este es un ejemplo de tantas cosas que pasan en nuestras vidas, que son únicas, singulares y que no les damos importancia porque no vienen con la etiqueta del precio.

Y es eso lo que precisamos aprender a valorar, aquello que no tiene precio.

Porque no se compra, no se compra la amistad, el amor, el afecto, el cariño, la dedicación, los abrazos y los besos, no se compran los rayos del sol, ni las gotas de lluvia.

Es gratis la canción del viento que pasa silbando por el hueco del tronco de un árbol.

El niño que corre, en forma espontánea a nuestro encuentro y se cuelga de nuestro cuello no tiene precio y el collar que hace en nuestro cuello con sus brasitos igual. Eso no está en venta en ninguna joyería y el calor que dure, dura lo que nuestro recuerdo.

El aire que respiramos, la brisa que enreda nuestros cabellos, el verde de los árboles y el colorido de las flores, esto se nos da gratis por la vida.

Desde hoy seamos agradecidos por los beneficios que nos da la vida gratis y seamos felices, mientras el día nos sonríe y el sol nos da luz en nuestro corazón apasionado de vida.

POR WALTER CH C.