19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Oasis de la vida

Por Luis Carlos Correa Restrepo (foto)

Los declaro adultos independientes

Mi papá tenía muchos problemas, no dormía y se sentía agotado, era irascible, gruñón y amargado, siempre estaba enfermo, hasta que un día, de pronto cambió. La situación seguía igual, pero él era distinto. 

Cierto día, mi mama le dijo: Amor llevo tres meses buscando empleo y no he encontrado nada, voy a tomarme un café con mis amigas; mi papa le contestó: está bien.

Mi hermano le dijo un día: papá voy mal en todas materias de la universidad; mi papá le contestó: está bien ya te recuperarás, y si no lo haces repite el semestre, pero tú te pagas la matrícula.

Mi hermana le dijo un día: papá choqué el carro: mi papá le contestó está bien, llévalo al taller, busca como pagar y mientras lo arreglan, movilízate en bus o en metro.

Mi nuera le dijo: suegro vengo a pasar unos meses con ustedes; mi papá le contestó: está bien acomódate en el sillón de la sala y busca unas cobijas en el closet.

Todos en la casa nos reunimos preocupados al ver estas reacciones, sospechamos que  hubiese ido al médico y que le recetaron unas pastillas de «importaculismo» de 1000mg, seguramente también estaría ingiriendo una sobredosis. 

Propusimos entonces hacer una intervención a mi papa para alejarlo de cualquier posible adicción que tuviera de cualquier medicamento «antiberrinches», pero cual no fue la sorpresa, cuando todos nos reunimos entorno a él y nos explicó: me tomó mucho tiempo darme cuenta de que cada quien es responsable de su vida, me tomó años descubrir que mi angustia, mi mortificación, mi depresión, mi coraje, mi insomnio, mi estrés, no resolvía sus problemas sino que agravaban los míos.

Yo no soy responsable de las acciones de los demás, pero si soy responsable de las reacciones que yo exprese ante eso, por lo tanto llegué a la conclusión de que mi deber para conmigo mismo,  es mantener la calma y dejar que cada uno resuelva los problemas que le corresponden, he tomado cursos de yoga, de meditación, de milagros, de desarrollo humano, de higiene mental, de valoración y de programación neurolinguística, y en todos ellos encontré el común denominador…finalmente todos conducen al mismo punto, y es que yo solo puedo tener injerencia sobre mí mismo; ustedes tienen todos los recursos necesarios para resolver sus propias vidas, yo solo podré darles mi consejo, si acaso me lo piden, y de ustedes depende seguirlo o no. Así que de hoy en adelante, yo dejo de ser el receptáculo de todas sus responsabilidades, el costal de sus culpas, el lavadero de sus remordimientos, el abogado de sus faltas, el muro de sus lamentos, el depositario de sus deberes, quien resuelve sus problemas o su «llanta de repuesto», para cumplir sus responsabilidades. A partir de ahora los declaro a todos adultos independientes. 

Todos se quedaron mudos, desde ese día la casa comenzó a funcionar mejor, ya que cada uno sabe lo que le corresponde hacer.

Autor un hombre feliz