Por Darío Ruiz Gómez
Con la arrogancia propia del burócrata ignorante el Ministro de Cultura ha llevado a Cali las consideraciones de su Ministerio para decretar como Patrimonio Cultural el mamarracho que algunos anónimos “artistas” –pero por vergüenza de ser descubierta su autoría- levantaron en Puerto Morcilla hoy denominado “Puerto Resistencia” como homenaje de los Comandantes culturales del PCCFARC a quienes “recuperaron” ese lugar de los opresores capitalistas y colonialistas españoles, esto, de manera autoritaria desconociendo al Consejo de Patrimonio único acreditado para dar este reconocimiento. Ese brazo en alto burdamente confeccionado, ofensivamente feo es la continuidad de la tarea emprendida cuando las Farc y el ELN como “ejército del pueblo” y con la bendición de sus cuadros intelectuales trataron de tomarse Popayán y luego Cali para “borrar todo vestigio”de la herencia española, del hombre blanco. Comenzaron por cortarle la cabeza al monumento a Belalcázar mientras la intelectualité izquierdosa caleña se apoderaba de Puerto Morcilla y lo declaraba “territorio libre de América” A tres cuadras uno de sus comandos trató de asesinar a una joven policía y en una “barricada” un policía fue asesinado a puñaladas por un grupo de sicarios quienes arrojaron el cuerpo del muchacho al río Cauca. El terror destrozó el transporte público, destruyó y quemó los negocios en barrios populares, baleó a transeúntes. Pero para el PCCFARC y sus teóricos lo importante era consignar ante las cámaras de t.v el hecho de que habían logrado hacer una “Gran Marcha” y que una nueva narrativa se imponía sobre la de las “clases pudientes” caleñas. Todo esto lo dejé consignado en artículos escritos sobre la marcha de los acontecimientos así que no me lo estoy inventando. Lo que llama la atención es que estos funcionarios de la revolución tan ligados a Maduro pretendan después de ochenta años de desaparición del estalinismo imponer esta versión tan pedreste del “arte del pueblo” como “manifestación colectiva” Tarea que desde hace años han ido haciendo infiltrando sus cuadros intelectuales en escuelas, universidades y museos.
Bajo el falso lema de descolonizar el arte, de imponer lo colectivo sobre lo individual, lo ancestral sobre el humanismo, ya los teóricos del Partido Comunista han impuesto este estalinismo en muchas Facultades de Literatura, de filosofía, de música borrando de cuajo la obra de nuestros grandes creadores por ser “eurocentristas” “historia blanca” hasta llegar al fascismo étnico más desaforado como el de aquella dirigente afrodescendiente que condenaba la invasión colonialista del Petronio Alvarez por haber invitado a Meghan Marck y su esposo, rematando con la consigna de liberar más espacios exclusivos para los afrodescendientes. La imposición de lo que llamamos una narrativa populista se ha hecho por parte del ministro Correa muy a la guachapanda tal como sucedió con el homenaje que pretendió hacerle en los espacios de la Biblioteca Nacional a un escritor colaborador cercano de “Tirofijo”, un mediocre escritor sin obra, Arturo Alape a quien conocí durante años con su verdadero nombre Carlos Ruiz. Una cosa es buscar como lo señala Deleuze un pueblo, unificarlo en un propósito común y otra caricaturizar a las etnias indígenas o afrosdescendientes para explotar con fines totalitarios su imagen. Danilo Kiss uno de los más importantes escritores modernos s perseguido por estos policías de la cultura dijo algo singularmente aclaratorio y con lo cual quiero cerrar estas consideraciones sobre la dañina ideología que el mediocre ministro Correa representa: “La ideología populista no solo es una ideología banal, sino, la banalidad como ideología. ¿Qué es en efecto la banalidad, sino el mundo sin arte, sin posibilidad de juego y sin alteridad, el documento sin posibilidad de aprovecharlo como nos plazca, la lengua sin la presencia de las demás lenguas, el pueblo sin los demás pueblos…?”
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