27 septiembre, 2025

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El libro del Papagayo

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Por Carlos Jiménez 

El País de Madrid.

El arte del papagayo metafórico capaz de parlotear como la misma gracia con la que el mejor violinista toca el violín.

El papayo es Gustavo Álvarez Gardeazábal, según él mismo lo confiesa en las páginas de El papagayo tocaba el violín, su más reciente libro. Libro admirable en todos los sentidos y una prueba adicional de su excepcional talento literario, en la que el papagayo de plumaje colorido y pico locuaz se convierte en la alegoría preferida por Álvarez Gardeazábal para definirse a sí mismo. Incitado eso sí, por la profecía de una de las numerosas parientes suyas que adivinó su notable belleza era incompatible con el gusto por las mujeres y sentencio que el papagayo de plumas y pico nunca tocará el violín, por mucho que se intente.

Gardeazábal es el papagayo que toca el violín, el escritor que ha convertido su innegable locuacidad y su gusto de siempre por la alegoría y la metáfora en un gran arte. El arte del papagayo metafórico capaz de parlotear como la misma gracia con la que el mejor violinista toca el violín. Antes de seguir aclaro por qué utilizo la metáfora ‘parlotear’ para referirme a la escritura de Gardeazábal. Lo hago porque él escribe como habla la gente del común, que lo hace con un ingenio, una riqueza semántica y una música que solemos desdeñar los escritores que, como yo, cultivan hasta extremos puritanos el lenguaje culto.

El lenguaje de quienes hemos ido a la universidad, leído los libros de los escritores de novelistas y ensayistas canónicos y encima escribimos también libros del mismo tenor. Gardeazábal también ha ido a la universidad, es analítico y reflexivo, y ha leído los libros que hemos leído nosotros, pero no por eso ha dejado de poner siempre un oído atento al habla popular e incluso a aquello que los cultos calificamos desdeñosamente de charlatanería. Cierto, esta disposición le ha permitido definir el estilo y el tono de su prosa a lo largo, de su muy larga y fecunda carrera literaria.

Pero en esta oportunidad la ha puesto al servicio del objetivo mayor de un libro de muy original estructura narrativa (Edgar Collazos dixit), que es reconstruir el árbol genealógico suyo y de su gente, con todas sus ramificaciones, marcadas tanto por el coraje y el espíritu empresarial como por el delirio, la locura, el suicidio y algunas enfermedades recurrentes que aparecen o desaparecen de generación en generación. Lo insólito, lo admirable, es que, persiguiendo tal objetivo, Gardeazábal haya escrito la epopeya del pueblo paisa. Sin la cual la de Colombia no se entiende.