19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: No le pegan a una @eljodario

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

La sensación de que en Colombia no hay un gobierno válido viene creciendo día a día tanto en la prensa neyorquina, en el Capitolio de Washington como en las calles de Caracas, pero dentro del país la impresión es más contundente y, lo que resulta peor, la están ayudando a crecer con la inhabilidad que demuestran en forma continua desde tantas oficinas del ejecutivo. La obcecación como guía los está llevando a un desprestigio nacional por no medir ni las consecuencias de lo que hacen ni tener visión, o sentido común, para poder prevenir los efectos de carambola que las circunstancias externas o internas le están entregando a Colombia permanentemente.
La obcecación de desbaratar el acuerdo de paz firmado en La Habana, los ha llevado a bombardear la JEP muy tontamente y, lo que es más grave y despiadado, a presentar un panorama de que aquí no hay paz dejando crecer a los grupitos de bandidos enquistados en la estructura narca volviendo incapaces a las Fuerzas Armadas. La obcecación por perseguir la dosis personal de marihuana los ha llevado a aumentar la inseguridad en las ciudades porque los policías prefieren estar haciendo requisas para decomisar la yerba y poner el parte, que combatiendo a los fleteros, atracadores y ladrones. Esa misma obcecación en la batalla contra Maduro es la que los ha llevado a no haber previsto que la persecución de los gringos a PDVSA en Venezuela iba a dejar ese país sin combustible y que Guajira, Norte de Santander y Arauca iban a sufrir las consecuencias porque se han abastecido tradicionalmente del contrabando que llegaba desde allá.
Primero llegaron las colas a las estaciones de gasolina de esos departamentos que la inútil Ministra de Minas a programar un despacho masivo y coordinado de combustible para esas zonas. Es el desgobierno absoluto. No le pegan a una.

HACIENDO COLA 

Cómo nos cambia la vida. En mayo de 1953 me causó gran asombro (como a todo el mundo) que Edmund Hillary y Tenzing Norgay pudieran alcanzar por primera vez la cima del monte Everest, el más alto de la tierra. Me veo tirado en el suelo de la casa en que vivíamos, a la orilla del rio en el entonces violentísimo Tuluá, pasando una y otra vez las páginas de la revista “Life”, tan llena de fotografías inolvidables, donde narraban con imágenes y poco texto la increíble conquista de la montaña. Por supuesto la noticia estaba sesgada para que quien se destacara fuera el señor Hillary y no el nepalés Norgay. Pero no se borra de mi memoria infantil y me choca con la que han estado publicando por estos días en todos los medios tradicionales y en las redes, donde casi 200 alpinistas hacen cola para poder llegar hasta la cima.
No sé si todos ellos llevaban pipas de oxígeno o esas cajitas mágicas con que ahora nos ayudan a los cardíacos a pasar los malos momentos. En la época de Hillary y Norgay hace 66 años les era imposible. Las pipas de oxígeno de aquellas épocas eran unos balones gigantescos que no podían cargar a esas alturas de más de 8 mil metros. Pero independiente de con qué clase de ayuda pudieron ir a hacer cola en la cima del mundo en multicolor despliegue los 200 alpinistas, nos golpea la forma en que la evolución de los retos de la humanidad se han modificado tan sustancialmente o, al menos, han dejado de ser retos cuando tantos pueden lograr las metas. Quizás en todo hemos sido igual de acelerados en estos 66 años. De la máquina  de escribir pasamos al computador. De la memotecnia a la facilidad de la memoria de los aparatos electrónicos. De buscar en las páginas de los libros de las bibliotecas a preguntarle simplemente a Mr Google. Hemos cambiado tanto que hay que hacer cola para subir al Everest y esperar que el algoritmo nos diga si somos capaces o moriremos en el intento.
@eljodario