28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Los ríos

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

El Distrito de Aguablanca, en Cali, es la más grande ciudad colombiana habitada por afrodescendientes. Se cree que puede estar cerca al millón de habitantes de los cuales un 90% provienen de viejas o nuevas familias que llegaron a la capital de Valle desde distintos puntos de la geografía del Pacífico orientados y apadrinados en su arribo por la existencia del nexo de haber vivido en las orillas de los caudalosos ríos de Chocó, Valle, Cauca y Nariño. Cuadras enteras, tal vez hasta barrios, de ese populoso y muy poco estudiado Distrito obedecen a los hilos conductores de los ríos por donde bajaron en canoa hasta el mar Pacífico a tomar la lancha o el buque a Buenaventura y luego el bus hasta Cali. No hay entonces familia que viva allí que no tenga alguna relación con sus mayores o sus descendientes que se quedaron viviendo en las orillas de esos ríos o en Puerto Merizalde, Timbiquí, El Charco, Guapi y en  todo ese innominado mundo de las negritudes colombianas.

Entendiendo lo que esos vínculos promueven, un candidato a la alcaldía de Cali, Alex Durán, el antiguo secretario de Salud de Armitage, un médico moreno y aventado, nacido y criado en la barriada de Alfonso López, acaba de sentar un precedente que obviamente los otros candidatos no están en condiciones de repetir o tan siquiera de emular. El médico se fue durante 15 días a recorrer desde Buenaventura hasta Tumaco todos esos asentamientos donde sobreviven los vínculos terrígenos de los habitantes de Aguablanca y a hacer campaña entre ellos para que,  a través de Radio Bemba, pasen la voz de que quiere ser alcalde de la capital del Valle. No tengo idea si esa forma de hacer campaña electoral le pueda dar resultados, pero por lo innovadora y atrevida ha sentado un precedente que pone en aprietos hasta al más populista de los otros candidatos agotándole  el espacio feudal a la política caleña.

NOS DOMINARON LOS ALGORITMOS

La historia de la humanidad ha sido un narrar y volver a narrar las batallas del ser humano por conservar su libertad para alcanzar la tranquilidad. Siempre, empero, le resultan enemigos. Los animales salvajes en las épocas de las cavernas hacían imposible que se pudiera transitar con libertad y sin temor. Los monarcas absolutos, los emperadores, los dictadores, han combatido con distintas formas de ferocidad el goce de la libertad de sus gobernados. El comunismo y el imperialismo nos azotaron hasta hace muy poco para arrebatar la libertad a pueblos enteros.

La batalla continúa. Las advertencias de quienes veían crecer el poder de las máquinas fueron (están siendo) desoídas. Ahora llega sibilinamente el algoritmo como consecuencia de la evolución del computador y de la virtualización de nuestras relaciones humanas, verbales, políticas y administrativas. De un año para otro hemos terminado totalmente controlados por el tal algoritmo que nos esculca a través del computador y del celular de a dónde vamos, qué vemos, leemos, escogemos o vivimos hasta perfilarnos de tal manera que, aupados por el vértigo de la comodidad y de la facilidad, nos dejamos llevar de la corriente.

Cada vez somos menos libres. La dependencia a llevar el celular, a mirar la pantalla, a ir disminuyendo el uso de la expresión verbal y hundirnos en el ya pretérito correo electrónico o en las anticuadas páginas web o en el vértigo chupador del wasap, ha coartado nuestra libertad. Las escenas siguientes se ven venir. Ya Xi, el emperador de la China, quiere consolidar toda la información disponible sobre una persona en una base de datos centralizada para crear un sistema de crédito social y, sobre esa información, los algoritmos determinarán quienes son o no una amenaza para su imperio. Pronto lo imitarán en el resto del mundo y en aras del orden político o económico habremos perdido nuevamente la libertad.

@eljodario