8 diciembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Las purgas @eljodario

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Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

Con el mismo método desesperante que usaba el expresidente Turbay Ayala para sancionar poco a poco a quienes se les iba la mano o se salían de la justa medida de las proporciones, pero eso sí, sin conseguir en ningún momento la contundencia que Turbay obtenía con semejantes guillotinazos a las cúpulas militares, el presidente Duque ha ido sacando de a general en general. No están acusados relevantemente de falsos positivos por la organizaciones defensoras de derechos humanos, como el comandante del Ejército, sino por indelicadezas en el manejo administrativo a su cargo, es decir por estar contagiados de esa enfermedad que carcome a Colombia y que lleva a que la mayor tentación de quien gobierna o ejerce el poder sea robar alguna partecita del erario público.

En otras épocas podría haber ocurrido que el Ejército de Colombia se desprestigiara por la justificación de tales purgas. Con estas simplemente hemos terminado por admitir que el nivel de corrupción ha llegado a todas las esferas. Pero que al mismo tiempo, por falta de acción, y sobre todo de mando, sigan dejando crecer organizaciones criminales que pretenden reemplazar en el negocio de la droga y en el dominio sobre territorios a quienes no hicieron parte del pacto de La Habana, complica la situación llámense elenos, disidentes, caparrapos o del Golfo.

 No se sabe qué es peor, si un ejército desmotivado o una tropa sin mando. Y como para enturbiar más han empezado a salir a flote las actuaciones de generales y oficiales de la Policía responsables por lo menos de tolerar el régimen de cobros por cualquier ascenso. Y como además el Director Nacional de Escuelas de Policía (cuyo nombre no podemos pronunciar ni Peláez ni yo) acaba de ordenar que todos los cursos de ascenso de los policías se hagan de manera virtual, y reine el copy page y se pierda el mando institucional, el panorama en vez de mejorar, empeora.

LAS PRESAS

No sé cuántos lectores de esta columna hayan pasado una noche en Ipiales. Es una ciudad que no tiene más de 200 mil habitantes, no posee edificios grandes ni avenidas congestionadas de vehículos que le suban artificialmente la temperatura. Por esa razón el frio sigue siendo la gran característica de sus noches. Finalmente Ipiales está a 2.900 metros de altura y su temperatura promedio en las noches es de 9 grados. Tampoco sé cuántos creen todavía que la cárcel es justicia no una venganza de la sociedad y que por estar preso un ciudadano pierde hasta el respeto por sus derechos humanos como en la época medioeval.

Salvo que el nivel cultural del alcalde de Cartagena, Pedrito Pereira y el del Director del Inpec sea mínimo y ni hayan estado en Ipiales ni sepan cuál es su temperatura nocturna, (lo que los disculpa pero no les libera de la responsabilidad), uno no entiende cómo se les ocurre mandar a 28 presas de la cárcel de San Diego en Cartagena a la cárcel de Ipiales y mostrar la subida de ellas al avión de la Policía como un triunfo para evitar que la Procuraduría los sancionara por no actuar en cumplimiento de una orden emitida por ese despacho sobre las condiciones físicas y ambientales de la cárcel cartagenera.

Tanta cháchara que viven hablando todo el tiempo del respeto de los derechos humanos de las mujeres y llevarse esas 28 presas  condenadas a aguantar frio, sin haber usado en su vida costeña un suéter y seguramente sin tener una  cobija. Tanto defender a la mujer para pisotearlas de manera tan cruel usando métodos torturantes como es sacarlas del calor de la orilla del mar para llevarlas al frio canicular de la meseta de Ipiales y solo porque están presas y están condenadas.

Por supuesto la Procuraduría debe andar feliz porque le obedecieron. Pedrito y el director del Inpec tranquilos porque no los van a sancionar. Pero ¿y las 28 mujeres cartageneras qué ?

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