19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Las Guerras de Tuluá

Por Gustavo Alvarez Garedeazábal (foto)

El expresidente y senador Alvaro Uribe Vélez ha denunciado a través de su cuenta de twitter la presencia de disidentes de las Farc en los corregimientos de la montaña alta de Tuluá, en Barragán y Santa Lucía, donde han vivido y soportado todas las guerras, las de la violencia, las del ejército, las de los guerrilleros de distintas cuadrillas, las de los paracos y ahora las de los disidentes. La noticia para los tulueños, acostumbrados a todas esas guerras, no es novedosa .Lo novedoso es que muchos colombianos como yo creíamos que el senador Uribe Vélez tenía comunicación directa con el presidente Duque y su ministro de Defensa, y si tiene que usar el twitter para presentar la denuncia de la presencia de residuales de las Farc, (como los sigue llamando la cúpula) es porque estamos equivocados, o quizás acaso, más bien, porque estamos frente a una forma del expresidente Uribe de manifestar su inconformidad ante Duque y Botero ya que continúan con la misma cúpula de Santos, que permitió el crecimiento de los disidentes.

Cualquiera que sea la interpretación exacta y si los que mandan son los militares de Santos o el expresidente que puso los votos, poco interesa para solucionar el problema de la nueva guerra en la montaña tulueña pero debo confesar, me produce una tremenda desilusión. Acabo de poner en librerías un tomo de relatos titulado exactamente “Las guerras de Tuluá” donde trato de presentarlas todas, ilusionado en que mi pueblo (de verdad y de ficción) no las volviera a repetir. Esta denuncia del senador Uribe, y la incapacidad del batallón de Alta Montaña afincado en Barragán para impedir su presencia, demuestran que o la violencia es eterna en mi pueblo o que en la Casa de Nariño no se sabe quién gobierna ni a quién le toca atender la triste realidad del país.

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Paloma y árboles

Las palomas han significado muchas cosas a lo largo de la historia de la humanidad. Fue una de ellas, dice la Biblia, la que Noé mandó después del diluvio para comprobar si podían desembarcar y, desde entonces fue símbolo de la esperanza. Los romanos, que las sacrificaban para calmar a los dioses, la volvieron el símbolo de la paz. Han existido por milenios y se han cagado siempre en las estatuas de los parques y en las cornisas de las catedrales y edificios. En Colombia hemos abusado de ellas. Buscando simbolizar el final de nuestras malditas guerras, las pintamos cual grafitis en calles y avenidas cuando la paz de Belisario y usándola como broche se prendió en oro ,plata y bronce en las solapas de todos los amigos de Santos. Probablemente por eso y porque la mentalidad de usar la muerte como solución a cuanto problema, persiste en Colombia hasta en los cerebros de los que mandaron a estudiar a Paris, el alcalde de Bogotá ha decidido salir del problema que significa la rila de las palomas en estatuas y edificios de Plaza Bolívar no usando las mangueras de los bomberos sino, en un acto de crueldad extrema, mandándolas a morir de hambre.

De igual manera, el mismo alcalde, que desea desde cuando vivía en Paris que las calles de Bogotá tuvieran los árboles idénticos a los Elíseos y no el salpicón de especies que permite el trópico, se inventó que los árboles estaban viejos y, con el patrocinio miserable del Jardín Botánico que lo certificó, también mandó matar con motosierras árboles a diestra y siniestra. Algunos dicen que para que las calles de Bogotá fueran como las de Paris. Otros más experimentados, que para reemplazarlos por los bolardos de cemento que a él le fascinan. Pobre Bogotá, bien jodida y el alcalde que tiene, en vez de estar en Sibaté, anda sembrando la muerte en árboles y palomas para dar ejemplo a sus gobernados.

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