23 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El jodario: Egan @eljodario

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

Nunca he sido ciclista.   Mi padre no me regaló la bicicleta que siempre quise, tenía la idea que montarme en ella me pondría al nivel que él no pretendía para sus hijos. Pero aprendí a montarla en los amplísimos corredores de la casona de Sajonia, donde vivían los Peláez Vallejo y me prestaban la de ellos. Probablemente por esa prohibición me volví seguidor de las Vueltas a Colombia oyendo a Carlos Arturo Rueda y saliendo a la carretera a verlos pasar. Hasta llené  de niño un cuaderno con los autógrafos de los ciclistas que conseguía que me firmaran (ahora ya no se piden sino selfies), y que todavía conservo como reliquia afectiva con las de José Beyaert, de Ramón Hoyos y del Zipa y hasta con la firma de un ciclista yugoslavo Yoo Llanos que en alguna vuelta pasó por Tuluá. La modernidad me ha permitido en la vejez poder ver carreras espectaculares en la pantalla de mi computador o en la del televisor y, sobre todo conocer tanta cosa del mundo secreto del ciclismo y como varios han tratado de corromperlo una y otra vez.

Que Egan haya ganado el Tour, (y de paso la juvenil), en 2 etapas imprevistas pero absolutamente vibrantes, me hizo pensar en que ayer nuestro presidente debería estar en los Campos Eliseos y no en Pekín forzando un liderazgo internacional que no lo consigue visitando a Trump a Xi o a Piñeira. No podemos confundirnos. El líder internacional colombiano desde ayer es ese muchacho  de Zipaquirá a quien todavía se le ve la cirugía en el labio superior, que contesta con serenidad y fuerza y que mira sin perturbarse. Detrás de él deberán venir más ciclistas tan buenos como él. A su lado y atrás, están los Nairos, Rigos, Luchos, Niños y tantos otros que nos ilusionaron y abrieron el camino. Es un triunfo de todos ellos y por qué no de millones de aficionados como este anciano emocionado que no cesa de aplaudir desde ayer.

LAS CUENTAS DE LUPE

El gobernador de Antioquia, tan lúcido y brillante en otras ocasiones, ha organizado la fumadera de marihuana en el Departamento de Antioquia con un horario que estigmatiza más aún a los fumadores y en vez de tranquilizar a los padres de familia y a todos los histéricos que siguen creyendo que los fumadores de la yerba son una horda de millones de ciudadanos colombianos, les va a promover que el vicio sea nocturno y complique la vida.

Según Luis Pérez, desde el miércoles en Antioquia se podrá fumar marihuana de las 10 de la noche a las 6 am en parques públicos y escenarios deportivos. De 8 de la noche a 6 de la mañana en 100 metros alrededor de los establecimientos educativos de preescolar, básica y primaria. De 8 de la noche a 8 de la mañana en 50 metros alrededor de las bibliotecas y de 8 de la noche a las 5 de la madrugada en las ciclorutas existentes en Antioquia.

El decreto ha sido expedido en base del derecho constitucional de los niños y multa entre 16 y 32 salarios mínimos a quien fume en horas distintas en esos sitios especificados. Pero, por supuesto, se ha prestado para toda clase de interrogantes y para más de una interpretación chistosa, cargada de humor paisa. ¿Los parques y las calles de los 140 y pico  municipios de Antioquia se volverán después de las 10 de la noche los grandes marihuanódromos permitidos?

¿Volvimos a las antiguas zonas de tolerancia  que existían desde los tiempos de colonización española?

¿Serán esos mismos marihuanódromos oficiales la competencia nocturna  de los  llamados “aeropuertos” diurnos de algunas universidades donde se permite la fumadera?

¿Se concentrará la venta de las dosis personales en esos sitios y horas y la Policía entonces entrará a perturbar con el pretexto de combatir los jíbaros?

Dejan mucho que pensar las cuentas de Lupe.

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