19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Avianca @eljodario @CMILANOTICIA

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

Las declaraciones a Yamid, cortantes y encubridoras, del señor Efromovich, accionista mayoritario de Avianca, dejan mucho que pensar y muchísimo que especular. El que admita que en la huelga de pilotos perdieron 360 millones de dólares nos lleva a comparar a cuánto ascendían las peticiones de los pilotos y da risa que por una actitud patronal exasperada, hubiesen preferido perder esa millonada en dólares que acceder a unas solicitudes pingües. Pero el que Don Efromovich admita también que ha tenido que renegociar la compra de nuevos aviones, es decir suspender un alto porcentaje del pedido, y vender las empresas paralelas que dentro de la economía horizontal Avianca había establecido, es admitir camufladamente que el problema es falta de caja y que, salvo que los 360 millones de la huelga de pilotos fuera realmente un hueco mayúsculo en la empresa, la caja no se está llenando (o se está vaciando) por alguna otra parte que el filo de la navaja con que le contesta a Yamid no deja percibir aunque sí sospechar.

Si a eso se le agrega que dentro del entramado de sociedades y alianzas no queda claro de qué tamaño es el hueco que Avianca Brasil les ha hecho, porque cada que se lo enfrenta la respuesta es que la que debe es Sinergy, y no Avianca, y que los de United no son socios sino que prestaron 400 millones de dólares, uno empieza a creer que el enredo es mucho más complicado de lo que desde afuera intuimos.

Don Efromovich llegó a salvar Avianca y el país lo vio con admiración. Su manera de administrar la empresa hizo crisis cuando dejó crecer la huelga de pilotos. Ahora le renuncia el presidente de la compañía y el panorama se oscurece, pero como Avianca, (así Efromovich sea brasilero o boliviano), sigue figurando en el activo sentimental de la nación colombiana, su situación resulta preocupante para la economía de este país.

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EL CONDOR Y DEL DALAI LAMA

Ver para creer. Tuluá, la ciudad que sirvió de escenario para que los pájaros de la violencia, dirigidos por el Cóndor pudieran pasar a la historia de este país. Tuluá, la misma ciudad que ha soportado año tras año, siglo tras siglo, una y otra guerra y establecido unos cánones de violencia exagerados para resolver sus diferencias. Tuluá, la ciudad donde orgullosamente nací y goberné en dos períodos casi que increíblemente en medio de la ferocidad de sus temperamentos, esa Tuluá de mis novelas, acaba de abrirle la puerta al Dalai Lama y a su esquema de educación social, emocional y ética.

Levapán, una empresa fundada hace 60 años por tulueños de raigambre y que hoy es una multinacional exitosa, resolvió aliarse con la Facultad que en la Universidad de Emory en Atlanta ha patrocinado el Fondo del Dalai Lama para tratar de inculcar en las nuevas generaciones de mi pueblo un “mundo compasivo y ético para todos”. Aprovechando que paralela a las instalaciones de Levapán en Tuluá siempre ha funcionado un colegio sostenido por sus dueños y provocando el interés del actual alcalde, quieren montar un experimento educativo en primaria y bachillerato para cultivar valores humanos básicos de acuerdo a los lineamientos religiosos del budismo que orienta el Dalai Lama.

No me atrevo a pronosticar la reacción que tendrán los muchachos de Tuluá, que piensan y actúan muy distinto a los parámetros que han manejado en la Universidad de Emory o en el Tibet. Para muchos padres de familia será una preocupación por el adoctrinamiento camuflado que evidencia el experimento. Para quienes hemos escrito sobre el actuar de mis coterráneos, una opción de comparación o una posibilidad de imaginarnos lo que nunca pensé en mis novelas que pasaría: que alguien les lavara el cerebro a los tulueños.

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