29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Asesinos de ballenas @eljodario

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazába (foto)

Aun cuando sobre la historia del Japón no hemos sabido mucho en Colombia, ni siquiera en el Valle, donde se instaló hace décadas una colonia que se nutrió de la sangre criolla y nos alimentó con sus saberes agrícolas, se ha tenido una noción general en este país y en el mundo, de que se trata de una cultura avanzada y respetuosa de la naturaleza y de las creencias ajenas. Su éxito descomunal después de la  derrota en la segunda guerra mundial, con tan poco territorio y tan pocos habitantes, rediseñando su propio presente para adentrarse a un futuro que resultó envidiable, nos dio oportunidad de tener carros, electrodomésticos y maquinaria de todo tipo de excelente calidad. Como sufrieron las consecuencias de los generales ultratradicionalista que divinizaban al emperador mientras le mamaban gallo y lo llevaban a guerras imposibles, ganaron cruelmente la guerra contra Rusia a principios del siglo XX y se aventaron a atacar Pearl Harbor para irse de bruces a quedar vueltos añicos con las dos bombas atómicas que estallaron en Hiroshima y Nagasaky y nos dejaron una huella de dolor que no se ha borrado todavía pero que tal vez  facilitó el perdón de occidente por sus crueldades.

Ahora este mismo país que nos trajo la Toyota y la Mitsubishi, la Sony y la Hitachi y no sé cuántas empresas más que nos cambiaron la vida, han resuelto volver a asesinar ballenas para su explotación comercial y su deleite gastronómico  en ayudar a destruir la naturaleza .Como esos animales son tal vez los mamíferos más inteligentes y están en vía de extinción, no se entiende la absurda y criminal medida de los japoneses. Habrá que solicitarles a los ecologistas, encabezados por Greenpace, que hagamos un boicot total en el resto del mundo contra todos los productos japoneses. Quizás aprendan así ya que las bombas atómicas se les olvidaron.

LOS DOPADOS

Esta semana terminó sin pena ni gloria la enésima Vuelta a Colombia que languidece según los entendidos, por culpa de la dictadura repetida en Fedeciclismo del caballero Jorge Ovidio González. De aquella competencia que sirvió para que hoy tengamos a una pléyade de ciclistas en la primera fila de las competencias mundiales, no parece que queda nada. Del entusiasmo que nos rodeaba en nuestra infancia con José Beyaert o Ramón Hoyos no queda sino el estímulo que dan los patrocinadores para salir 15 segundos en el resumen deportivo de los noticieros. Del peregrinar de ciclistas que levantaban multitudes en todas las orillas de los caminos para aplaudir a Cochise o a Rafael Antonio Niño, llegamos al anonimato de una procesión de segundones o de sobrantes perdedores de las competencias europeas.

Gustavo Duncan, el columnista de El Tiempo y El País, dijo hace unos días que el cisma del ciclismo es culpa del dopaje tolerado en las competencias nacionales. Que el hecho de tener 40 ciclistas sancionados por usar doping no lo remedian las cartas furiosas del tal señor González contra la Federación Suiza o contra quienes se niegan a patrocinar o a dejar pasar por las calles de sus poblaciones la Vuelta a Colombia. Yo agregaría que la culpa hay que repartirla también entre la ausencia durante más de una década de un laboratorio antidoping en Coldeportes y el patrocinio miserable de ligas enmermeladas que no dejaron cambiar las directivas ciclísticas.

Si el ciclismo es el deporte que nos enorgullece lo tiene que cuidar desde el presidente de la república hasta un anciano aficionado como yo, que ya no puede montar en bicicleta. Es un patrimonio nacional que deben proteger como su capital futuro los ciclistas triunfadores en Europa exigiéndole al gobierno que intervenga ya en la olla de grillos de Fedeciclismo

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