25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El fin del bachillerato

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

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Ha llegado el tiempo del fin del bachillerato como lo conocemos ahora el cual tiene sus antecedentes remotos en la edad media. La opción del bachillerato bivalente y sus variantes ha sido un camino inicial abierto para la innovación y transformación de la educación secundaria y para la extinción del muy añejo e improductivo de bachillerato aún en marcha. A pasos agigantados después de más de 1500 años es bueno que descanse en paz y podamos ofrecer a los jóvenes mejores oportunidades con proyectos educativos apropiados para ellos en esta parte del siglo.

En sus comienzos el bachillerato era un título semi nobiliario, por eso se habla más frecuentemente de “título” de bachiller más que diploma de bachiller. En sus orígenes no preparaba, como tampoco ocurre hoy en la generalidad de los casos, para ningún trabajo u oficio; tampoco era requisito para acceder a la educación superior. La denominación de bachiller se origina en el francés “bachelie” o “bas chevalier” (caballero bajo), referido al título más bajo de la nobleza. Entre los países sajones se sigue expidiendo el diploma de “bachelor” a quien finaliza estudios universitarios de pregrado.

La formación en las denominadas “artes liberales” estuvo restringida a las personas libres (de ahí “liberales”) distintas a las que se llamaban “artes serviles” que desempeñaban la servidumbre o los esclavos. Lectores maliciosos y críticos podrán inferir que mucho de esto último está presente hoy cuando, de modo impropio, pero persistente, se considera a la formación técnica y la técnica laboral como la más apropiada para los sectores económicos más bajos, discriminados o excluidos de la sociedad. Bien se puede decir que hoy es para oficios mayores. El modelo de educación secundaria ha privilegiado lo “académico” por encima de lo técnico, de la tecnología, de la ética y de la moral, como si estas fuesen independientes de los contenidos académicos de las ciencias, las disciplinas y las artes.

La diferenciación entre bachillerato técnico y académico es una aporía insostenible, no cabe en el ordenamiento mundial de hoy, a pesar de que muchos hacen el esfuerzo de forzar la distinción y la inútil separación entre los dos. El mismo desarrollo de las ciencias (naturales y sociales), la tecnología la sociedad y la cultura han llevado a que cada vez más estén estrechamente interrelacionadas.

Han sido bien destacados los profundos cambios que en educación y cualificación de fuerza laboral introduce la muy incipiente cuarta revolución industrial. En este contexto ya no es posible vivir y prosperar a base de diplomas. Hay que demostrar lo que sabe, lo que se ha hecho y las posibilidades para ser exitoso en nuevos emprendimientos. El progreso, el trabajo o el empleo digno y estable dependen más de la demostración probada de habilidades y destrezas que de cartones, llámense diplomas o títulos.

Como todos sabemos mostrar un conjunto de calificaciones y haber presentado una prueba académica de Estado no garantiza una formación para la vida y para la sociedad en una democracia participativa con clara comprensión de las dinámicas del mundo social, laboral, político, ambiental y cultural. Hoy, como señalé en otra oportunidad, los jóvenes bachilleres son víctimas sin reparación de un modelo educativo que los excluye, clasifica, aliena y les niega la expresión de sus mejores habilidades para la creación y la innovación. Son bachilleres acartonados perdidos en la soledad que le crea un modelo educativo que no es para ellos.

Más bien, insertos en la cuarta revolución industrial al estudiante se le puede ayudar a seleccionar sus rutas formativas en lugar de una formación global, única e igual para todos, pero que no responde a realidades concretas y específicas de la sociedad actual. Si bien habrá un conjunto de metas iguales, y otras similares, la estructura de los procesos y programas formativos no podrá ser un modelo único ya que variará según las regiones y los intereses específicos y particulares que tenga esa región y los mismos estudiantes. No se trata de formación para una carrera en el futuro, “para cuando estés grande”, “cuando te gradúes en la universidad”, “cuando seas doctor” sino para muchos emprendimientos sociales y laborales a lo largo de la vida, dado los amplios desarrollos que se producen en ciencia, tecnología, cultura y política. Se trata de procesos formativos innovadores, orientados hacia formas superiores de pensamiento y de actuación social basada en la convivencia sana y la solidaridad. La meta no será el fantaseado acceso a la educación superior sino formación para el progreso y acceso continuo a formas superiores de cualificación personal, social, psicológica, ética y moral, y también laboral.

El fin del bachillerato como necesidad imperante llevará a otros modelos para todos, para todos los sectores sociales, todas las culturas, todas las regiones, para la ciudad y el campo, para hombres y mujeres, más allá de la exclusión selectiva a favor de determinados estratos de la sociedad.

Dejó de ser cierto que sólo con las profesiones universitarias se obtienen mejores ingresos y condiciones de vida. Hoy es un sofisma y una distracción inmensa entre estudiantes y su padres de familia. Además, hay que recordar, y los estudiantes lo saben muy bien, que hay un desestímulo y pérdida de valor de los certificados académicos frente a las habilidades efectivamente tenidas y probadas.  En la sociedad informatizada hay una carencia grandísima de personas con cualificación para los campos laborales nuevos, carencia que se seguirá acentuando. Escuela y sector productivo han trasegado caminos diferentes; llegó el momento de concurrir para bien y progreso de todos promoviendo la cantera inacabable de habilidades creativas e innovadoras que tienen nuestros estudiantes y ofreciéndoles oportunidades acordes con sus intereses y aptitudes.

Hay desarrollos importantes que anuncian el fin del bachillerato, destaco aquí algunos:

  • La pérdida de valía, ya señalada, en las grandes empresas nacionales e internacionales de los certificados académicos frente a la demostración probada de habilidades, incluidas las socioemocionales, que auguren éxito y progreso laboral.

  • El creciente énfasis en las certificaciones digitales (como las insignias digitales) validadas internacionalmente en cadena de bloques (blockchains).

  • La demostración de las habilidades mediante las skill prints (huellas de habilidades que se poseen), una nueva forma de hoja de vida la cual se hace disponible y verificable por todos en el ciberespacio, huellas que se pueden verificar de inmediato y que no son susceptibles de ser alteradas.

  • Generalización de las estrategias de aprendizaje personalizado, acompañado con maestros bien formados y tutores virtuales, lo que amplía la motivación de los alumnos y la pertinencia de los procesos formativos. Aprendizaje que se acompaña de trabajo colaborativo en equipo, de alumnos y maestros, frente a proyectos que abordan realidades específicas. Es un aprendizaje situado con inteligencia distribuida, el cual resulta impropio para operar en el modelo de bachillerato en vía de extinción.

  • Hay preminencia del control directo del aprendizaje por el estudiante y el uso de los entornos y redes personales de aprendizaje.

  • Usos de recursos como la realidad extendida XR, y de la inteligencia artificial para promover formas interactivas de aprendizaje permanente y significativo, acorde con ritmos y metas de cada alumno bajo una formación por áreas integradas en lugar de asignaturas dispersas, como bien se ha propuesto con estrategias STEAMS (https://bit.ly/2U0oRHPhttps://bit.ly/3aFAp9i) .

  • Adiós al currículo que ha muerto. Se trata de procesos formativos con enfoques de aprendizajes multimodales y motivadores en ambientes activos facilitados por recursos digitales.

  • Adquiere vigencia la inteligencia artificial para identificar y solucionar problemas de los alumnos. Así como el uso de una variedad cada vez más amplia de aplicativos y dispositivos digitales para explicar e ilustrar paso a paso la solución a problemas, explicaciones adaptadas al nivel de comprensión que en cada momento tenga cada uno.

  • El aula no es el ambiente principal para el aprendizaje, es apenas uno de los ambientes para aprender, crear e innovar. La naturaleza y el entorno social se privilegian también como campos fértiles para el aprendizaje.

  • Decaimiento en el sobre énfasis en la examinación para certificación de supuestos logros (que lleva a la exclusión y a la deserción escolar), a favor de procesos de evaluación formativa para promover el aprendizaje constante de cada alumno.

  • Prácticas pedagógicas fundamentadas en los desarrollos de las neurociencias, en las distintas leyes del aprendizaje y en los procesos metacognitivos.

  • Existencia de fármacos que ayudan a mejorar la comprensión y dedicación al trabajo escolar.

  • Desarrollos, aún incipientes, pero en progreso para que por la vía genómica se mejore la capacidad de aprender que tiene cada alumno, así como el correspondiente potencial para desarrollar determinadas habilidades.

  • Una educación para la inclusión y el progreso de cada alumno y no para la clasificación y la exclusión, regida por el principio de que todos pueden aprender. Las insignias digitales, por ejemplo, han mostrado que los alumnos con dificultades de aprendizaje o con necesidades educativas especiales pueden progresar aceleradamente, diferente a lo que ocurre en el bachillerato tradicional que los oculta o elimina.

  • Reafirmación del derecho de los maestros para enseñar, investigar, innovar y compartir solidariamente sus experiencias y logros.

  • Énfasis en la valoración social alta del maestro y respaldo y apoyo a su labor formativa constante e innovadora.

    Los jóvenes hoy se resisten que se les catalogue, clasifique, discrimine o excluya con base en pruebas académicas que no hacen sino perpetuar el moribundo modelo del bachillerato, ese para el que todos los países del mundo están buscándole alternativas, pero con timidez frente a la necesaria ruptura por temor a alterar la estructura que les causa tranquilidad por el peso de la tradición. Tampoco pueden los padres ver a sus hijos suicidándose por no ser capaces de resistir la presión de sacar puntajes altos en determinados exámenes. Llegó la hora del entierro del viejo bachillerato y abrir las posibilidades que corresponden al mundo de hoy y del futuro; mundo que serán los niños y jóvenes de hoy los que lo construirán para un buen vivir.

    Es el momento. Manos a la obra. ¡Atrevámonos!