23 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El fanatismo político e ideológico del pueblo colombiano

 

Por Claudia Posada (foto)

El fanatismo político e ideológico del pueblo colombiano, nubla la capacidad de raciocinio. El reciente episodio en un centro comercial, en donde una señora insulta a uno de los hijos del expresidente Juan Manuel Santos, deshonrando a él y a su familia, expresando su odio con las peores vulgaridades, denota el grado de daño que hace la interpretación de memes, videos y comentarios de toda naturaleza, divulgados por personajes que pertenecen a todas las clases sociales y económicas, con distintas intenciones y fines.

Fanáticos que se aprovechan de la ignorancia en materia política de una inmensa mayoría de colombianos, que inclusive a los intelectuales tratan con desprecio porque sus escritos y pronunciamientos son reflexiones frente a la perversidad de los radicalismos, parecen satisfechos con su rol de serviles a una causa particular. Esto es parte de las características que “endosan” a quienes les creen y les siguen. El fanatismo ideológico es tan dañino en Colombia como en cualquier parte del mundo y sus consecuencias son impredecibles.

Las redes sociales están afectando la salud mental de niños y jóvenes, es sabido. Lo que no parece tan analizado es el daño causado en adultos que, como en Colombia, prefieren leer, oír y reenviar cuanto mensaje les llega, sin importar qué tan infestado está de mentiras. Todo lo que signifique despotricar del país y de la clase política nacional y local, se lo tragan, creen y divulgan. Y no es que tengamos un país de maravilla en cuanto a sus mandatarios, empresarios y líderes de todo orden; no, desafortunadamente son mucho los que, sin importar las consecuencias, tuercen el buen camino para beneficiarse a sí mismo y a los suyos, llevándose por delante lo que sea. Por lo tanto, dejemos de tragar entero.

Empecemos por descubrir lo mejor de nuestro país, y cuáles son los dirigentes buenos, porque lo hay. Es la realidad, la virtualidad es otra.  Las redes sociales nos llevan a creer ciegamente absurdos e insensateces, e impiden que nuestros propios puntos de vista en materia política e ideológica, nos ayuden a tomar decisiones, acertadas o no, pero independientes. Debería importamos mucho más el futuro de Colombia. Estamos en campaña electoral para elegir el 27 de octubre gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles. Sin embargo, pocas personas del común, que son precisamente las más para votar, parecen estar interesadas en este proceso democrático.

Nada raro que la señora de los insultos al hijo de Santos, ni siquiera sepa qué papel cumplen los ediles, qué hace un diputado o cuál es la principal función de los concejos municipales. Es muy posible que prefiera insultar a votar, porque no tiene idea de lo valioso que es el voto consciente. Su satisfacción, tal vez, es repetir cuantas sandeces ve en redes sociales, divulgadas por ignorantes en materia política. Otros, dueños de un micrófono que deberían utilizar para aportar a la formación de ciudadanos de bien, aplauden actitudes tan bajas como la de la señora del centro comercial, sin tomarse el trabajo de leer documentos serios, para informar con responsabilidad.

Y no se trata de defender a este o aquel personaje, se trata de entender que seguir la corriente de los apasionamientos, es acercarse al peligroso fanatismo. La intransigencia, obsesiones e idolatrías, no hacen ningún bien a la patria, ni a los ciudadanos, y menos a las generaciones que siguen.