Por Enrique E. Batista J., Ph. D.Â
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Hace unos 2000 años, en la época del Imperio romano, un conocido poeta de nombre Ovidio escribió un acreditado mito de la antigua civilización griega en donde un iluso joven, rey de la isla de Chipre, estuvo en la inútil búsqueda de la mujer ideal y perfecta para conocerla y desposarla. Tras muchos intentos, intensas e infructuosas búsquedas entre tantas mujeres, a las que descalificaba por estar inmersas en medio de la depravación y «ofendido por los vicios que en muy gran número la naturaleza dio al alma femenina», no encontró a la que era perfecta; seguramente estaba lleno de una ilusión engañadora porque él mismo tampoco tenÃa la perfección que deseaba que su mujer ideal tuviese. Desengañado, se dedicó al arte de la escultura; consiguió un inmenso bloque del más fino marfil y esculpió la figura de una mujer tan linda y tan perfecta como la habÃa deseado para sÃ. (El lector puede leer el mito escrito por Ovidio aquÃ: https://tinyurl.com/bkakpvtn).
Fue tan perfecta que se enamoró de ella; la besaba, la consentÃa e incluso la llevaba a dormir con él. Imbuido de algo de humildad, se acercó a la más bella de las diosas, de nombre Afrodita, para solicitarle que le otorgara la dicha de poseer a una mujer bella y perfecta, apropiada para un rey como él. Enterada de la pretensión humana de ese ser que buscaba la perfección por fuera de sà mismo, Afrodita le satisfizo su deseo convirtiendo a la esculpida estatua, la más armónica y bella jamás labrada por ser humano alguno, en una mujer de carne y hueso. AsÃ, el iluso joven rey pudo tocarla, abrazarla, besarla y tenerla de compañÃa en su rutina diaria.
El mÃtico joven rey, llamado Pigmalión, contrajo nupcias con la escultura, hija suya por la artÃstica creación, ahora vuelta mujer real, a quien la denominó, con un nombre no tan eufónico, como Galatea (en griego «galateia» = blanca como la leche). El mito deja claro que se puede soñar y anhelar para sà poseer la perfección suprema, pero no bastará el pensamiento y el deseo para alcanzarla. Deja el mito la lección de que siempre se requieren otras intervenciones para alcanzar los mejores deseos y logros humanos. El mito ha servido para explicar una variedad grande de acciones y aspiraciones humanas, reconocida como el «Efecto Pigmalión».
El mito muestra que no basta con ser rey, que para lograr aun los sueños más intensos es preciso acudir a la suprema dignidad; el ser humano sin ese impulso espiritual superior no alcanzará el logro de sus metas, aspiraciones y propósitos por muy bellas que sean sus obras y realizaciones en el mundo terrenal, porque la realidad fÃsica sin el componente espiritual será, como lo ocurrió a Pigmalión, sólo un bello objeto de marfil.
Nos señala también el mito la presencia muy añeja del angustiante sexismo que describe a las mujeres con impropios adjetivos, sin antes observar si más bien hablaba de sà mismo, frente a un espejo. También es evidente en el mito la importancia de la belleza, de construir lo bello, porque ahà se asienta lo bueno y lo justo, todo como expresiones de la creatividad humana, alentada por el soplo divino original de la belleza. La belleza no es inmanente al ser humano, es un don que emana de las divinidades del Olimpo. La familia que construyó Pigmalión fue también un don producto de esa gracia superior. El mito de Pigmalión permite recordar que alcanzar la perfección en la producción humana tiene una exigua probabilidad.
De manera breve, ahà está el sustrato de lo que llegó a llamarse el «Efecto Pigmalión», denominación que Robert K. Merton, el mismo sociólogo de la ciencia que ya habÃa creado lo que denominó el «Efecto Mateo». El «Efecto Pigmalión», en su concepción, concibe que el conjunto de nuestras creencias y carencias humanas puede tener efecto, positivo o negativo, no sólo en nosotros mismos, sino también en las demás personas, dependiendo de las expectativas, altas o bajas, creadas en torno a sà mismos o que tengan las otras personas sobre uno.
Se afecta asà la capacidad de cada uno para alcanzar metas y dar curso independiente al potencial cognitivo y afectivo. O sea, que afectamos el comportamiento de las demás personas dependiendo de nuestras expectativas subjetivas sobre cada una de ellas. En cierto modo, de manera no premeditada, controlamos lo que las demás personas pueden alcanzar. Por ejemplo, los logros de un estudiante pueden estar condicionados o controlados por las actitudes o expectativas que el padre de familia, maestros u otros adultos tengan sobre él.
Por ello, en los ambientes y contextos escolares, la maduración afectiva y social, asà como el crecimiento cognitivo de los niños, importa ser conscientes de las expectativas que tenemos sobre ellos y fijarlas muy altas para potenciar, y no obstaculizar, sus potenciales para aprender y progresar. El profesor Merton enfatizó, con la denominación del «Efecto Pigmalión», que las creencias y expectativas de cada uno pueden afectar, de modo positivo o negativo, la vida y suerte de muchos otros. Abundan los ejemplos de este Efecto en la relación entre maestros y estudiantes; estos rinden y progresan según las expectativas que se tengan sobre ellos.
En 1913, George Bernard Shaw publicó y estrenó, con reconocido éxito, la obra de teatro «Pigmalión». En ella, un profesor de fonética asume el riesgo de volver a una vendedora de flores callejera, de pésimo lenguaje y muy mal hablar, en una mujer culta, elegante, igual que una condesa, capaz de interactuar socialmente con la muy exigente y exclusiva clase alta de Inglaterra. Con Liza Doolittle, que asà se llama la vendedora de flores, el maestro Higgins logra la meta que se propuso, basado en el convencimiento de la efectividad de su método de enseñanza y en el potencial que reconocÃa en ella; con esa convicción, y la muy alta expectativa de éxito comunicada a ella, logró que Liza aprendiera la debida pronunciación y los buenos modales propios de las damas de la muy alta alcurnia inglesa.
Por el «Efecto Pigmalión», George Bernard Shaw demuestra que con perseverancia y altas expectativas se pueden alcanzar logros de aprendizajes impensables, incluida la ruptura de clases sociales y la libertad para llegar a ser y construir su propio futuro, independiente del bajo origen social de los alumnos. La perseverancia y la expectativa alta permiten fundamentar en los alumnos el sentido y valÃa de la dignidad humana, a forjar sus propios caminos, a ser libres, independientes de prejuicios y ataduras sociales. (El lector puede encontrar la obra completa aquÃ:
https://shorturl.at/z5vAi).
Basada en la obra «Pigmalión» de George Bernard Shaw, se filmó la pelÃcula «Mi Bella Dama» («My Fair Lady»), estrenada en 1964, con la actuación de Rex Harrison y Audrey Hepburn, una pelÃcula que recibió ocho premios «Óscar». Se depicta en ella, con claridad y genio cinematográfico, el «Efecto Pigmalión» que recorre la relación entre el maestro Henry Higgins y su alumna, la vendedora callejera de flores, Eliza Doolittle. (El lector puede ver este filme aquÃ: https://m.ok.ru/video/7202043398740.
Jean – Jacques Rousseau, en 1770, escribió una obra dramática con el tÃtulo de «Pigmalión», la que algunos catalogan como uno de los primeros intentos de construir el melodrama como un nuevo género teatral, a la vez que la consideran como la obra de teatro más influyente de este autor. A diferencia del mito original, la bella escultura esculpida por el rey adquiere vida sin la ayuda de ninguna fuerza superior. Enfatiza este autor la intrÃnseca relación entre el amor y la pasión creativa que tiene el artista, quien con la fuerza de sus propias emociones alcanza a volver realidad la belleza que siempre desea conseguir; la creación de lo más bello está ligada a los deseos y a las expectativas del artista, que no son más que el reflejo de su propio genio e inspiración interior. (El lector puede encontrar esta obra aquÃ: https://shorturl.at/Gguik).
El «Efecto Pigmalión» describe situaciones en las que las altas expectativas de alguien mejoran nuestro comportamiento y, por tanto, nuestro rendimiento en un área determinada. Sugiere que lo hacemos mejor cuando se espera más de nosotros. El profesor Robert K. Merton también creó la expresión «la profecÃa autocumplida», referida a aquellas situaciones en donde lo que esperamos de nosotros mismos, o de alguien más, lleva a probables comportamientos en los que lo esperado, positivo o negativo, se cumpla o se confirme. En psicologÃa, se refiere al hecho de que siempre estamos influyendo en el comportamiento de los demás y, también, en la autoimagen y sentido propio de valÃa, afectados por la manera como nos perciben, rotulan o clasifican los demás. Este Efecto «pone de manifiesto que los estereotipos pueden ser más perjudiciales de lo que parecen. A la inversa, si alguien espera que nuestro rendimiento sea bajo, debido a nuestra identidad, puede que lo hagamos peor». (https://shorturl.at/ojxGE). Los análisis del «Efecto Pigmalión» son aplicables a campos como los negocios, las relaciones familiares, la escuela y los deportes.
En el campo de los deportes, el éxito depende de la aptitud y preparación fÃsica, de estrategias y tácticas, pero es esencial la actitud y expectativas del entrenador, con su convencimiento, creencias, confianza y expectativas sobre las capacidades y potencial de victoria de sus atletas; la confianza en sà mismos afecta el rendimiento del atleta en la competencia. De otra parte, distintos experimentos en las escuelas han mostrado que estudiantes clasificados o etiquetados como bajos en sus habilidades académicas mejoran, incluso por encima de los mejores, con expectativa y valoración alta puestas en ellos. En educación, a veces se le llama el «Efecto Rosenthal», por el investigador que llevó a cabo estudios que corroboran que los estudiantes progresan según las expectativas, altas o bajas, que se mantengan sobre ellos. (https://shorturl.at/bRqih).


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