23 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El dólar a $10.000

Jorge Alberto Velasquez Pelaez

Por Jorge Alberto Velásquez Peláez

Cuando la tasa de cambio en Colombia varía de manera importante, los expertos de inmediato atribuyen su variación a la gripa de un chino, a un disgusto de Trump, a una declaración de Diosdado, o a una marcha de protesta en el país, en tanto que otro grupo de sabios con poca sabiduría cambiaria ofrece sus pronósticos sobre las consecuencias, favorables para unos, malas para otros; los dormidos exportadores celebran si se produce una devaluación, o lo hacen los importadores, si, por el contrario, hay revaluación. Pero lo cierto es que pase lo que pase, el país seguirá siendo el mismo: los exportadores no venderán más -como ocurrió en 2019 a pesar de una devaluación de 8%-, y los importadores tampoco comprarían más si el dólar se les abaratara. En ese contexto y ese escenario se estaría confirmando la poca importancia de nuestro comercio exterior, pues a pesar de estar muy abiertas nuestras puertas, pocos entran y pocos salen, porque nos conformamos con vivir como estamos, con lo que tenemos, y con lo poco que producimos, en su mayor parte para nosotros mismos. Ahora bien, hoy la tasa de cambio es de $3.400/dólar, pero si Usted va a comprar un producto importado, descubrirá que en Colombia existe una tasa de cambio paralela al estilo venezolano, de $10.000/dólar.

En días pasados compré en Amazon un producto que con gran sorpresa encontré después en un almacén de Medellín, con un precio seis veces superior, y esto motivó mi curiosidad por conocer casos similares; me dediqué desde entonces, cuando tengo la oportunidad de “vitrinear” -no de comprar-, a comparar precios de productos importados con los vigentes en los EE.UU., y a veces, por ociosa diversión, también con los de Alibabá. Y es increíble, pero descubrí que la tasa de cambio de los comerciantes en nuestro país es de 10 mil pesos por dólar, tres veces la tasa oficial, aunque mucho mayor si por ejemplo enfrentamos precios de productos de reconocidas marcas en los almacenes estadounidenses Ross, con precios, de los mismos productos, en almacenes de nuestros centros comerciales. No me cabe ahora la menor duda de que una silenciosa devaluación cayó sobre nosotros, y que ni Fenalco ni el Banco de la República se han percibido de ello. Sin embargo, debo decir que vender caro es parte del libre juego de las fuerzas del mercado, y todos tienen derecho a satisfacer los deseos de los más ingenuos compradores, siempre y cuando no se trate de bienes de primera necesidad, medicamentos, o productos con precios regulados. Y aclaro que no todos los productos importados se afectan de tal manera en el precio, pues, por ejemplo, las arepas siguen siendo muy baratas a pesar de los 1.049 millones de dólares que importamos anualmente de maíz.  Pero veamos algunos resultados de mi aventura sherlockiana.

Un juguete de marca Hot Wheels que quise comprar en el ÉXITO para mi hermoso nieto, por $140.000, preferí “encargarlo” a un amigo viajero por 90 mil pesos menos, mientras mi hijo, abusando del mismo amigo, compró una máquina para lavar autos de la misma marca, por el 35% de su valor en Medellín ($549.700). Y no me he referido a un almacén sofisticado de centro comercial, sino a una gran superficie con enorme poder de negociación de precios gracias a sus volúmenes de compra, los cuales además inciden en bajos costos de transporte. Unos pocos casos más. Si Usted quiere comprar un bonito y famoso bolígrafo con una especie de nevado en la tapa, encontrará que en EE.UU. es casi un millón de pesos más barato que en Colombia, donde ingresa libre de arancel gracias al TLC con la Unión Europea. Ver las estrellas en Jardín le resultará diez veces más costoso que en Nueva York si el telescopio es un Celestron comprado en una tienda de artes de Medellín; un casco para ciclista Oakley Aro5 comprado en Bicistore es $480.000 más caro que en los EE.UU. Y finalmente, un producto como el celular Samsung Fold, que cualquiera supondría que tiene precios globalizados uniformes, lo puede Usted obtener en los EE.UU por $3,4 millones menos que en una tienda propia de Samsung en Bogotá. Si después de leer todo lo anterior se siente mal por haber pagado de más en alguna compra, respire profundo y tómese un Zestril para la depresión, o un Prozac para la presión arterial alta, dos medicamentos que, no sobra decirlo, tienen en nuestro país sus segundos más altos precios del mundo, aunque no por culpa de la tasa de cambio. También recomiendo el mejor café, Jesús Martin, preparado en una cafetera con molino KRUPS, que en Miami le pudo haber costado $428.000, y en Medellín un poco menos de $900.000.

Los mercados vienen cambiando, y las ventas por internet se imponen especialmente en los países más avanzados y ganadores con la globalización 4.0. Amazon, Ebay, Target o Walmart, entre muchos otros, son los grandes protagonistas, y el precio de Retail será en adelante un precio sugerido, que siempre estará por encima del que resulte en cualquier búsqueda online que Usted realice. Termino sugiriendo para cada familia colombiana la creación de una famiempresa importadora de ropa, electrodomésticos y comida, para cubrir las necesidades y/o antojos del clan familiar.