Jamás imaginé que Belisario Betancur y Dalita Navarro me fueran a hacer la guachada de no invitarme a su “mártirmonio”. La negriada dejó mi vanidad en el piso.
¿En qué clínica atienden pacientes que se enferman de su mínima importancia?
¿Qué falló en mi hoja debida para que no integrara la exclusiva lista de 270 invitados al despelote party en el Museo del Chicó?
¿Qué les diré a mis tataranietos y choznos cuando me pregunten por qué no estuve en el segundo casorio de Belisario? ¿Así era de anónimo nuestro antepasado?, se preguntarán mis cuatro nietos.
Me había preparado para gozarme el casorio del viudo de Amagá contra su “dulce enemiga” veneca, asistiendo semanas atrás a la presentación de BB en la sociedad de los poetas vivos.(Lea la columna).
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