El autor, expatriado en Colombia, narra su experiencia como practicante de ese género literario que Joseph Brodsky describió como la tragicomedia del exilio.
Por Ibsen Martínez
El País de Madrid.
Dejé Venezuela en 2013. Buscaba ponerme a salvo del socialismo del siglo XXI durante al menos seis meses cada año, moviéndome entre dos ciudades —Caracas y Bogotá— que me gustan y a las que creo que también les gusto. Apartarme semestralmente de la sinrazón, las vociferaciones, el hampa, la violencia, la claustrofobia y el miedo, creyendo que el vaivén podía ser solución.
En cuanto a la perspectiva política, en marzo de aquel año murió Hugo Chávez y aquello no podía ser sino una buena noticia: su muerte traería consecuencias impredecibles hasta para los mismos chavistas. Como todo el mundo, yo también pensaba que Maduro era un pasmarote que no podría mantenerse demasiado tiempo en el poder. En fin: nada tiene más futuro que un futuro incierto. (Lea la crónica).
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