23 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El derecho a la pataleta

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

Niño o niña que se respete cree tener el llamado derecho a la pataleta cuando sus padres no les compran un helado o cuando intentan no ir al colegio. ¿Qué viene después de una pataleta?

Robert Hughes, en un libro que no he dejado de citar por su permanente actualidad, “Trifulcas norteamericanas” dice que en Norteamérica los intentos revolucionarios no han pasado de ser simples trifulcas ya que una vez pasada las quemas de contenedores, la destrucción de edificios, las “defensas de la libertad sexual”, rápidamente las aguas vuelven melancólicamente a sus cauces y nada ha pasado. Porque las verdaderas revoluciones sociales se han venido sucediendo como silenciosas conquistas de grupos oprimidos: la callada revolución de las madres cabeza de familia, de las comunidades campesinas o étnicas que se han resistido a las depravaciones impuestas por las ideologías supuestamente “liberadoras”, de quienes han sido leales a sus principios religiosos y de quienes gracias a su callada tarea de cumplir con los deberes están impidiendo que se destruya a la sociedad.

“Hijo, claro que tienes el derecho a la pataleta pero llénala de sentido al saber contra quién o qué te estás revelando ya que si no te quedas en eso, en una boba pataleta”, me recordaba un maestro español dándome una lección que nunca he olvidado. 

La reacción del exalcalde Quintero y de su pandilla de colaboradores (as) fue la de una desorbitada y caprichosa pataleta. ¿Por qué esta pataleta de burócratas adolescentes provenientes de modestas familias de barrio, de clase media? Recordemos lo que se llama el “peterpanismo” dentro de las manifestaciones políticas característico de las izquierdas burocratizadas, retóricas exigencias de una justicia social que no saben justificar, pataletas donde se pone de presente el deseo de evitar las responsabilidades que implican crecer, volverse adulto, pensar.

No es lo mismo les ha recordado Jordi García Solel, estar en la oposición que ejercer responsabilidades de gobierno. Viejos jugando a niños barbados como Benedetti, Roy Barrera, Wilson Arias, el gordo Alarcón y ahora el reblandecido Enrique Santos Calderón. 

Y aquí nos aterriza para colmo de males Zapatero, niño desequilibrado que al destruir la economía española hizo que más de diez millones de españoles tuvieran que lanzarse a la diáspora, el personajillo a quien Chávez le regaló una mina de oro y cuyo embajador Morodó está denunciado por lucrarse del robo de PDVSA.

En todo caso lo que ha quedado en claro es que lo que se ha encontrado en la Alcaldía de Medellín no es a un equipo de profesionales capacitados para hacer frente a los problemas viales, de vivienda, salud, planeación, bajo una idea de ciudad, sino a un crispado grupo de adolescentes formados  férreamente bajo una ideología populistas con  la asesoría de expertos extranjeros. El fanatismo recuerda Lenin como “la edad infantil de la izquierda”.    

Contaron Quintero y los infiltrados por Petro, con todo el tiempo necesario y con los mejores abogados, con las estrategias de desinformación de Chamorro, para fundamentar la acusación de los supuestos  robos que su odiado Grupo Empresarial Antioqueño  le hizo a Hidroituango. 

¿Por qué no llevó hasta sus últimas consecuencias esta denuncia tal como lo exige la ley? La patota de adolescentes del Gabinete Municipal insulta diariamente al Alcalde encargado y sorpresivamente nos da a conocer la terna para el nuevo Alcalde sin pensar que tres muchachas sin formación alguna no pueden pasar a dirigir una ciudad que le pertenece a los ciudadanos (as) que hace rato la están reclamando. La pataleta está bien pero no es suficiente.