18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El dejá vu que siempre vivimos 

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

El dejá vu ha cobrado actualidad pues ante cada situación que hoy estamos viviendo tenemos la molesta impresión de que ya la habíamos vivido antes. No es pues una falla del cerebro sino el hecho de que a pesar de haber sufrido en carne propia una historia nacional de permanente inestabilidad del orden público con las peores atrocidades de por medio y las cuales llegamos a creer que ya nuestro país había dejado atrás, borrando de la vida nacional  una desapacible serie de traumas de tipo existencial o si prefieren los pensadores una tragedia histórica a la altura de las peores tragedias europeas con desplazamientos de poblaciones, masacres, sadismo de por medio, contando con –es necesario recordarlo-  un Pacto o un Acuerdo de Paz escenificado entre “asesores políticos” y asesinos disfrazados de redentores sociales y llegando a imaginar, como yo desde hace 60 años, que después de cada “Acuerdo”  la paz había llegado por fin a los campos y ciudades  colombianas y con ella una precaria felicidad, la  imposible alegría de sentir que la infancia había recuperado su esplendor y con ella, las voces familiares convertidas en amables conversaciones de vecinos.  

Después de haber sido testigo de la ignominiosa desaparición del Estado de Derecho a través de indecibles concesiones a los victimarios a través de las cuáles se ha prolongado el dolor de mis padres y abuelos ante el triunfo de la maldad y ante la imposibilidad de asentar las bases de una vida en democracia he vuelto a recordar aquella lección de Spinoza: “La paz no es la inexistencia de la guerra, sino una virtud, un estado de ánimo: es tener un concepto de la bondad, la fe y la justicia”. ¿No es la historia de Colombia la permanencia de la brutalidad? Conceptos humanistas, cristianos que nunca se arraigaron debidamente, pues en realidad lo que se ha buscado por parte del terrorismo totalitarista de ayer y de hoy ha sido y sigue siendo, repito, repito, la obsesiva tarea de destruir la herencia de nuestro civilismo que como un legado innegociable nos dejó la cultura Occidental y que nuestras clases dirigentes nunca fueron capaces de defender.  

Al analizar el presente que vive hoy España bajo el funesto gobierno de Sánchez, Alejo Vidal de la Quadra, ha recordado el concepto de banalización del mal y ha escrito algo que parece la exacta radiografía de la situación colombiana a las puertas de otras “Conversaciones de Paz: “Los cimientos del edificio constitucional han sido sacudidos, cómo las leyes eran ignoradas, cómo las normas eran retorcidas y cómo los supuestos que creíamos indubitables eran pisoteados con sucio descaro.  

Hemos contemplado con angustiado asombro cómo golpistas culpables de atentar contra el núcleo más  esencial de nuestro ordenamiento, la indivisible unidad de España, hecho en el que descansan nuestras libertades y derechos, han sido exonerados de un delito tan execrable a cambio de un efímero disfrute del poder, cómo asesinos en serie de la peor especie han sido tratados con grandes miramientos o puestos en libertad sin más, para ser objeto de homenajes, cómo la historia ha sido reescrita con ánimo cainita para abrir viejas heridas ya cicatrizadas” – Voz Pópuli 29.11.2022-. 

Viene entonces el impactante dejá vu. ¿No fueron Iván Cepeda, Alirio Uribe y el terrible Colectivo José Alvear Restrepo con el diabólico Enrique Santiago los que manipularon a su antojo las llamadas conversaciones de la Habana y no son estos mismos oficiantes de la perversidad los que ahora celebran con el ELN unas “Conversaciones de paz”, en cuya mesa de parte del Gobierno sólo aparece Comunes  como únicos interlocutores morales y no las representaciones de la sociedad civil agredida, de la justicia universal?  

La justicia agachada, miles y miles, miles de  víctimas  silenciadas ¡Oh el dejá vu colombiano!