Mientras siga disfrutando tranquilamente de las mieles del poder y permanezca en la primera fila de los afectos del presidente Duque y de su mentor Uribe, al senador huilense Ernesto Macías no le quitará el sueño la tanda de chascarrillos que han puesto a circular sus malquerientes.
Algunas lenguas viperinas del territorio opita cuentan que el controvertido presidente del Senado pasó por un colegio de Neiva, en su juventud, pero se abstuvo de entrar. Prefirió seguir su camino por el andén de enfrente. El estudio no iba a ser su fuerte.
Sus mismos coterráneos comentan que desde cuando le tachonaron su pecho con 16 condecoraciones, incluida la tan devaluada Cruz de Boyacá, el ego de Macías está más robusto que el voluminoso físico de Mike Pompeo, el infatigable secretario de Estado que recorre el mundo haciéndole los mandados a su presidente Donald Trump, en enorme avión privado, con muchos escoltas y buenos viáticos en dólares y euros. ¿Será que el tamaño de su chaleco antibalas le da la apariencia de elefante encorbatado al enviado especial de la Casa Blanca?(Lea la columna).
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