20 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Contraplano: la resistencia de Sábato a las encuestas

Por Orlando Cadavid Correa

(ocadavidcorrea@gmail.com)

En su prolongada existencia, el notable escritor argentino Ernesto Sábato sintió por las encuestas el mismo desprecio que la Mafalda de Quino demuestra por las sopas caseras de su amorosa madre, o un hincha del Boca Junior por el River Plate, y  viceversa.

En su libro “La resistencia”, basado en cinco cartas cargadas de talento, este maestro de la técnica narrativa se quejó con amargura de la que llamó “la esclerosis de la que padecen muchas democracias”.

Del denso repertorio del gaucho, elegimos en sus páginas la aversión que siempre tuvo por los controvertidos sondeos, tras ver cómo ninguna de las firmas encuestadoras colombianas vislumbró la catástrofe electoral que sufrió hace ocho días el uribismo a lo largo y ancho del país. El 27 de octubre de 2019 pasará a la historia como el día en el que se entronizó en nuestra democracia el muy respetable e impredecible voto de opinión.

Escribió el doctor Sábato: “Muy a menudo compruebo que todo es opinable y alguien que comenzó antes de ayer puede hablar tanto como otro cuya trayectoria está largamente probada en la vida del país. Y su opinión llega a ser clasificatoria y no tiene siquiera que demostrarse. La llamada opinión pública es la suma que se le ocurre a quienes, en esos minutos, pasan ocasionalmente por la esquina elegida y conforman el mínimo universo de una encuesta que, sin embargo, saldrá a grandes titulares en los diarios y en los programas de televisión. Las preguntas que suelen hacerse son de una torpeza que pondrían frenético a Sócrates, que las puso en el lugar de quien ayuda a dar a luz. Todo pasa y todas las perspectivas son válidas. Lo mismo Chicho que Napoleón, Cristo que el Rey de Bastos. No se piensa en futuro, todo es de coyuntura”.

El autor de las novelas “El Túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abaddón, el exterminador”, pasa de las erráticas encuestas a las personas desesperadas, al borde del suicidio, y señala que “por eso la soledad se vuelve tan terrible y agobiante”. Y apunta: “En ciudades tan monstruosas como Buenos Aires (la capital de su país) hay millones de seres angustiados. Las plazas están llenas de hombres solitarios, y lo que es más triste aún, de jóvenes abatidos que se juntan a tomar alcohol o a drogarse”.

Volvamos a lo nuestro: Los encuestadores criollos, afincados en el altiplano,  no dieron pie con bola en sus  vaticinios, en  los que consideraban “casi elegidos” a los delfines políticos provenientes de  las camadas de Luis Alfredo Ramos Botero  y Bernardo Guerra Serna, en Antioquia; de  Luis Carlos Galán Sarmiento y Julio César Turbay Ayala, en Bogotá, y de Fortunato Gaviria Botero, en Caldas, los tres  últimos en la dimensión desconocida. Por culpa de estas cuentas alegres, se les quedaron inéditos los discursos que tenían listos para darle a su electorado el respectivo “parte de victoria”.

 La apostilla: Álvaro  Gómez Hurtado, dueño de una inteligencia superior, jamás simpatizó con las encuestas políticas. El inmolado líder conservador las comparaba con las morcillas, de las que decía que era preferible no saber cómo se hacían. Sus razones tendría el hijo del doctor Laureano, “El hombre tempestad”.