19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Contraplano: Entre la “Tijera” y la “Oreja Press”

Por Orlando Cadavid Correa

En el siglo pasado –cuando no se sabía qué era la ética, de qué estaba hecha y para qué servía– sucedieron en el periodismo criollo dos situaciones que por fortuna se fueron esfumando con el paso del tiempo.

Nació primero la apodada “Tijera Press”, cuando la incipiente radio tomaba descaradamente, de manera textual, las noticias de los diarios de la época, sin escrúpulo alguno, omitiendo el crédito a la procedencia de la información copiada a hurtadillas.

El burlesco mote del ‘tijeretazo’ salió de las redacciones periodísticas de entonces e hizo carrera en todos los medios.

La detestable práctica del ‘fusilamiento’ del material ajeno comenzó a dejarse de lado cuando la radiodifusión se pellizcó y entendió que la inmediatez en la entrega de la noticia fresca, obtenida por sus propios reporteros, la ponía en situación de privilegio ante los informativos impresos. La medida acabó de un plumazo con la ‘tijera’ como herramienta básica en las cabinas de locución. La tijera recobró su papel de instrumento de primer orden para sastres y modistas, como también para los encargados de ‘trasquilar’ la llamada “clasificación moral de las películas”: no se volvió a mencionar ni para bien ni para mal en el dial capitalino.

Para fortuna del radioperiodismo nacional llegaron al medio hertziano dos talentosos del llamado cuarto poder: el antioqueño Antonio Pardo García, a Caracol, y el santandereano Alfonso Castellanos Martínez, a RCN, quienes enseñaron a sus redactores a salir a diario a la cacería de primicias y no perderles pisada, en plan noticioso, a los principales protagonistas de la vida nacional. Encabezaban la apetecida nómina el presidente, todos sus ministros, los altos mandos militares y de policía, y dignatarios del congreso, las cortes y el cardenal de turno. Aquí es bien largo el etcétera, bastón en el que se apoya siempre la mala memoria.

Transcurridas varias décadas, se invirtieron los papeles en el mundillo de la ‘copialina’  periodística. Irrumpió en el medio bogotano, con su ‘fusil’ al hombro, don Pepe Romero Duarte, propietario de la agencia Colombia Press, que entronizó en el medio la llamada “Oreja Press”, que vía télex les suministraba abundante material a un puñado de diarios de provincia, encabezados por El Colombiano, de Medellín, y LA PATRIA, de Manizales.

Lo peor: un alto porcentaje de las noticias era tomado al pie de la letra, descaradamente, de los noticieros nacionales de Caracol, RCN  y Todelar. Es decir, que don Pepe tenía a su servicio, sin ningún costo, ni un asomo de pudor, las redacciones completas de las principales cadenas radiales del país. Pasaban de 50 los redactores ‘invisibles’ que no le costaban ni un céntimo.

El dueño de Colombia Press le pidió a su gran amigo Alberto Acosta que sirviera de mediador ante nosotros para que paráramos de llamar a su agencia la “Oreja Press”. Nosotros le respondimos al comisionado Acosta que quien debía parar las grabadoras era el señor Romero.

La apostilla: Este relato no constituye, en ningún momento, una descalificación a periodistas tan probos como Francisco Tulande y José Suárez, que hicieron sus primeras armas en la escuela de don José María, que en paz descanse.