Por Duglas Balbín Vásquez
Quizá a finales de febrero o comienzos de marzo, se conocerá cuál fue en definitiva el monto de las remesas que llegaron en 2024 a los países de América Latina y el Caribe. El BID estimó que de crecer al 5% con respecto a 2023 la cifra de envíos de migrantes hacia esta parte del mundo sería de US$160.900 millones. Una cifra significativa, equivalente al 2.3% del PIB regional.
Sin embargo, siendo positivo el informe en el sentido de plantear que el crecimiento se mantuvo, lo inquietante es que se desaceleró en los últimos tres. A pesar de que a partir de 2020 las remesas no han dejado de crecer: 8.3% ese año, 26.7% en el siguiente, 10.8% en 2022 y 7.5% en 2023. Y, como se señaló, 5% en 2024, según lo proyectado por el BID.
En el caso específico de Suramérica, que recibe el 19.5% de lo que llega a la región, la proyección apuntó a que el crecimiento estuvo por encima del promedio regional, con 9.1% y US$31.700 millones en remesas. Y, más puntualmente, el caso de Colombia fue subrayado como el de mejor incremento en el flujo esperado con 17.2%, explicado por el aumento de la migración entre 2022 y 2023, así como por la necesidad de despachar más recursos para que las familias puedan mantener el ritmo del gasto, que fue más exigente por la inflación y la devaluación.
Una anotación. El cambio radical del entorno para los migrantes de esta zona del mundo en los Estados Unidos, obliga a detenerse en los siguientes datos: según el BID, los cálculos de 2020 indicaban que el 59.5% de los migrantes de América Latina y Caribe estaban en Norteamérica, principalmente en los Estados Unidos. El 12.6% en Europa y 26.3% en países de la región. El restante 1.5% en otras geografías. Y con base en datos del Buró de Estadísticas Laborales de EE.UU., el BID estimó que el salario promedio semanal del migrante latinoamericano aumentó 2.2% a US$891 en 2024.
Impacto en las familias
Con lo estimado por el BID, al cierre de 2024 las remesas en Colombia pueden haber valido US$11.830 millones, lo que con una tasa de cambio promedio de $4.072 nos aproxima a $48.1 billones. Es decir, eso equivale a tres reformas tributarias de esas bien carnudas que se sueñan los gobiernos o a cuatro iguales a la que intentó la actual administración. También es como algo más del 50% del gasto en salud en un año.
Un estudio del Banco de la República, divulgado en octubre de 2024, destacó que el aumento sostenido de las remesas las ha convertido en un soporte cada vez más importante para las familias colombianas. Y subrayó: “Esta ayuda cobra especial importancia porque se trata de un ingreso que no está sujeto a los vaivenes de la economía local, lo que en muchas ocasiones les permite a los hogares amortiguar dificultades ante situaciones de desempleo u otras contingencias. Además de contribuir al sostenimiento del hogar, las remesas se destinan a propósitos importantes tales como la educación de los hijos o la inversión en vivienda, ya sea para uso de la familia o para generar un ingreso adicional al hogar del emigrante”.
El mismo estudio destaca que el aumento de la población migrante llevó a que solo en junio de 2024 el valor mensual de las remesas superara los US$1.000 millones. “Ello, a su vez, ha incidido en un fuerte incremento del número de personas que están recibiendo estas ayudas en Colombia: de algo menos de un millón de personas en 2016, esta cifra ascendió a 2.1 millones de colombianos en junio de 2024”, anotó.
¿Las estamos aprovechando?
Este es, quizá, el punto neurálgico del asunto. No obstante entenderse que muchos de los migrantes salen por necesidad y pasan a ser un punto de apoyo muy significativo para sus familias, vale la pena hacerse preguntas respecto al uso y aprovechamiento de ese ingreso externo que hasta no hace mucho tiempo era poco representativo en la economía: en 2006 fueron US$3.890 millones y en 2016 valieron US$4.900 millones, equivalentes al 1.7% del PIB.
Teniendo en cuenta lo expuesto, podríamos preguntarnos, por ejemplo, ¿qué tanto interés ha despertado el considerable aumento de las remesas como para determinar con precisión qué porción financia exclusivamente la supervivencia de las familias?
También vale la pena encontrarle respuestas a esta inquietud: ¿qué productos y/o servicios han logrado arañarle al gasto y al consumo de los hogares receptores una porción de las remesas en estos años de notorio crecimiento?
¿Cuánto realmente de las remesas se está canalizando hacia el ahorro de largo plazo y la inversión?
Salvo el intento de constructores y financiadores de vivienda, ¿qué otros agentes han apuntado con determinación a encarrilar parte de las remesas a otras alternativas de inversión y actividades productivas?
¿Están faltando productos que estimulen la decisión del migrante y sus familias para aprovechar mejor ese recurso obtenido en el exterior?
Pensando en la realidad ya inquietante y en el futuro no lejano, ¿qué papel podrían jugar las remesas en un país que se está envejeciendo?En fin ¿qué tanto estamos aprovechando las remesas? ¿está pasando lo que suele suceder cuando los precios del petróleo y otros commodities son altos y los gobiernos no ahorran? ¿Nos conformamos con que están financiando necesidades básicas de millones y olvidamos el potencial que tienen?


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