Por Darío Ruiz Gómez
Si algo está quedando en claro es que es imposible negar que de los desastres de la violencia se está levantando en Colombia una nueva sociedad un hecho que es casi una ley histórica. Decimos que las nuevas juventudes políticamente son apáticas, pero sin intentar analizar lo que esta presuntuosa sentencia comporta, es decir, preguntarnos por el por qué son apáticas después de ser testigos de las zancadillas, las deslealtades, la falta de principios que cada uno de los grupos políticos exhiben y sacan a la luz sin vergüenza alguna en tiempos de elecciones.
He aquí lo llamativo que mientras las juventudes aspiran a que las formas de vida más libres, más compañeras se afirmen para todos, los políticos mantengan su seudorelato a nivel de lo que ya no tiene nada que ver con las realidades y relatos que el país de los jóvenes, de los nuevos empleados, de los nuevos campesinos proponen porque el Punk, el Rock, la Salsa son más democráticos que los discursos refritos de la mayoría de nuestra burocracia política, sobre todo los de izquierda que parecen sacados de una reunión sindical de hace cien años y no de lo que debe comportar un relato que si exalta la igualdad debe exaltar a la vez la alegría.
Lo demuestra la revolución de la moda a través de las cuales los pobres, los raizales se despojaron del castigo de sus harapos y hoy se exaltan a través de la moda y de la música demostrando su universalidad.
No sigamos confundiendo la humildad o la modestia compañeras de la piedad con la aceptación de la servidumbre. Todos los pueblos y veredas de Colombia están de fiesta y la fiesta como el carnaval son la respuesta a la inevitable amargura de poderes abstractos y de nuevos poderosos al darse cuenta de que la alegría, el vértigo de la danza, el candor de un paseo de vecinos no hay dinero alguno que lo pueda comprar.
La hipotética disyuntiva entre vivir estas plenitudes civiles o irme a hacer cola para votar por un candidato político mediocre, nunca podría elevarse a la categoría ética de la responsabilidad personal ya que decidirse por la alegría de un paseo de vecinos, de una rumbita es una elección hacia la espera de un futuro del país en el cual quienes no rían y canten sean considerados como los verdaderos enemigos de la vida en común.
Lo diverso es realmente frente a la dictadura del lenguaje deteriorado de los politiqueros ººy del considerado periodismo inmoral, el reconocimiento de que la vida en libertad debe ser la verdadera y única meta de una democracia. Recordemos que el derecho a la felicidad está consagrado en la Constitución de toda Democracia.
El amanecer es el comienzo de la experiencia de vivir en el mundo, de renovar los afectos, de reconciliarse, ya que solamente la alegría santifica el abrazo no con un acuerdo entre personajes que desconocen nuestras vidas y nunca responderán por las víctimas de guerras inventadas con fines económicos, víctimas que no dejarán de ser eternamente perseguidas por denunciar la farsa de toda Paz convenida, la farsa de los bombardeos, de las ayudas a los desplazados. Confundir un acuerdo, entre interesados, con lo fundamental que es respetar el derecho a la vida, desmontar esa escenificación de los señores de la guerra solo puede hacerse como lo están haciendo nuestras gentes con el triunfo de la risa, de la alegría de la fiesta, espacios sagrados de una vida sagrada que no puede ser ofendida.
Otra vez Balzac: “Yo ´pertenezco a esa oposición que llaman la vida”
P.D Todos los condenados por el atentado del ELN contra la Escuela de Policía con un camión bomba y donde murieron 22 estudiantes están en libertad. Por los culpables del ELN en Tunja contra las instalaciones del Ejército y en el cual de haberse efectuado hubieran sido arrasadas tres manzanas con sus habitantes “se ofrecen 200 millones de recompensa”. En Caracas los autores intelectuales sonríen para la foto.


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