16 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

A Sustituir con innovación social a la vieja escuela

Por Enrique E. Batista J., Ph. D (foto).

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Desde la vieja escuela podemos observar súbitas trasformaciones en las prácticas educativas que se han dado este año en todo el mundo, las cuales han traído como una secuela importante la necesidad de un innovador ecosistema educativo.

Tengamos todos la certeza: El ambiente educativo desde preescolar hasta la educación superior ha sido cambiado en todo el mundo desde fuera de las mismas estructuras educativas, tan tradicionales, reacias al cambio y a la innovación, en especial si esta se concibe como innovación social que implica la formulación y desarrollo de una política pública de la educación que  focaliza sus recursos y esfuerzos en favorecer  a la sociedad en general y no sólo a unos cuantos individuos que usufructúan sus beneficios y generan para ellos privilegios  excluyentes.  

No está el sistema educativo global preparado para el cambio que ha introducido un hecho extraordinario. Sin embargo, preparemos para afrontar y sacar adelante sin temor y con el deseo manifiesto de acertar los nuevos modos y maneras de conducir, gestionar y evaluar los procesos formativos escolares, actualizar las metas formativas, superar al difunto currículo ya momificado y a los modos de promover el alcance de los fines formativos que corresponden a la educación en este mundo actual.

Lo ha dicho con reconocido truismo Monsieur Jaques de Perogrullo desde hace mucho tiempo: Hay que cambiar a la vieja escuela por el bien de los educandos, de los países y de la paz y concordia mundiales. Alrededor del globo hemos alzado la voz y elevado el volumen de los alto parlantes para difundir el mensaje de M. de Perogrullo para ser oídos y convencer a incrédulos de todas las clases, a las organizaciones multilaterales mundiales, a los gobernantes en todo el mundo que no entienden la necesidad del cambio, a los refractarios y opositores a la innovación, a los conformes con una educación de mala calidad que excluye, aquí y allá, a muchos y beneficia a muy pocos.

Pero también el mensaje ha sido y lo es para aclarar y limpiar los oídos sordos de legisladores y gobernantes para que dejen de promulgar las “revoluciones educativas” que nada revuelcan, que se quedan escritas en planes o son expresiones en discursos de oportunidad que se los lleva el viento. Además, es un llamado de atención a ellos para que dejen de usar el desgastado cliché, que nadie ya lo toma en serio, cuando predican, sin cumplir y sin convencimiento interno, que puedan respaldar con acciones y realizaciones, que “la educación es la base esencial del desarrollo.” Sí, ese es parte del mensaje y de la proclama: La educación es prioridad del Estado y de los gobiernos, es una prioridad que se garantice el derecho humano fundamental a una educación de calidad para todos, una educación incluyente, equitativa, adecuadamente financiada y formadora de ciudadanos democráticos, éticos, solidarios y pacíficos.

Es el mensaje para los Ministerios de Educación de cada país y sus Secretarías de Educación para que abandonen las rutinarias  y altamente improductivas prácticas burocratizadas de gestión de la educación, y pasen del rol pasivo de inspeccionar para castigar y de “super – visar”, como si se tuvieran la  super visión de Supermán, por un papel activo que, apoyado en una amplia participación ciudadana y  de las comunidades escolares y académicas, promueva la gran transformación que hoy se  nos ha planteado a todos desde fuera de los procesos e instituciones educativas impuesta por un hecho agobiante externo que además de tortuoso nos ha llevado a la imperiosa necesidad de innovación y transformación educativas, hacia inevitables cambios apremiantes.

Esos cambios deberán estar signados por la creatividad, imaginación, análisis de realidades y contextos, bien fundados, con apertura de mentes y de opciones para superar a la vieja escuela, lejos de entelequias, utopías y quimeras para aparentar el cambio sin cambiar, y regresar a la misma vieja escuela, la que debe ser sustituida y transformada, sin vacilaciones. La urgencia del cambio es para ya.

Veamos por qué hay que transformar y sustituir con innovación social, pedagógica y tecnológica a las viejas escuelas:

Las escuelas son viejas por ausencia de políticas pública que aseguren el derecho a la educación a pesar de que así lo obliga la Constitución Nacional y los tratados y compromisos internacionales; son viejas por su infraestructura física; viejas porque carecen de agua potable, servicios sanitarios y del alcantarillado; viejas porque carecen de espacios para la recreación, la producción artística, tecnológica y literaria; viejas por la cantidad de libros de textos desactualizados en sus bibliotecas, cuando ellas existen. Son viejas las escuelas no sólo por la edad de los maestros sino porque su remuneración y el reconocimiento social a ellos se quedaron estancados en época pretéritas; viejas porque responden a anacrónicas normas legales.

Las escuelas son viejas porque carecen de acceso garantizado a Internet y a los múltiples recursos de información para la enseñanza y el aprendizaje; viejas porque carecen de acceso a medios y tecnologías que se requieren hoy para el progreso escolar y la formación como ciudadanos; viejas porque siguen apegadas a la examinación punitiva y a supuestos y nada válidos exámenes de Estado con su persistente fallido intento de medir la calidad de la educación.

Las escuelas son viejas porque siguen formando con la intención falsa de que “esto les servirá cuando ustedes sean grandes” y no desde hoy y por siempre; viejas porque muchos maestros, apegados a las restricciones que imponen las normas, quedan condenados a prácticas pedagógicas vetustas e inefectivas; vieja por sus laboratorios que, si existen, están mal dotados para el aprendizaje y la experimentación en ciencias y tecnologías. Son viejas las escuelas porque la formación en la historia, la geografía y los valores nacionales están olvidados; viejas porque no forman para la vida pacífica y solidaria, tampoco para el cuidado de la salud, ni para la apreciación y creación artística y cultural.

Las escuelas son viejas porque se tiene un burocratizado Ministerio de Educación Nacional que intenta regular, pero no promover y desarrollar innovaciones educativas, ni tampoco liderar una educación para el siglo XXI enredado en la maraña de normas, reglamentos y procedimientos para una educación de hace 70 años; viejas porque carecen de un modelo de gestión que responda a procesos de transformación creativa de las prácticas escolares. Son viejas las escuelas porque los planes decenales de educación, que tienen sólo carácter indicativo y no de fuerza ley, son un recurso vacuo sin efectos en las muy necesarias trasformaciones educativas que han sido proclamadas con insistencia como una prioritaria nacional.

Las escuelas son viejas porque hace tiempo la sociedad en general las descuidó a ellas y a sus maestros y también al futuro productivo de niños y jóvenes; viejas porque no son inclusivas ni igualitarias sino excluyentes creando dentro de sí el modelo de deserción y abandono contrario al aseguramiento de la permanencia; son viejas porque marginan a los sectores pobres, campesinos y minorías étnicas. Las escuelas son viejas porque mantienen la diferencia socialmente inaceptable de desigualdad en recursos, medios y calidad entre zonas urbanas y rurales, entre las que están en el centro del país y las de la periferia; son viejas porque no incorporan ambientes múltiples interactivos de aprendizaje; viejas porque predomina el dictado y el copiado y la pasividad de los alumnos; viejas porque no prevalecen los métodos activos en las estrategias de enseñanza y de aprendizaje.

Son viejas las escuelas porque la lectura y la escritura, como elementos fundamentales de la inteligencia y de la identidad cultural, no son promovidas, como tampoco lo es el dominio de una lengua extranjera, la urbanidad y el comportamiento ético. Las escuelas son viejas porque excluyen de manera sistemática a las personas con dificultades o limitaciones en su desarrollo; son viejas porque su estructura administrativa y modos de funcionamiento, independiente de particularidades y culturas en las regiones, responde a lineamientos de mediados del siglo pasado.

Las escuelas son viejas de tanto repetir que están viejas.

La vieja escuela bien puede ya pasar a ser parte de la historiografía o arqueología educativas.

El lector, con seguridad, podrá agregar muchas más aserciones del porqué son viejas las escuelas y también sobre el porqué tenemos la necesidad perentoria de transformarlas con creatividad e innovación social. 

No podemos seguir con la misma escuela como si ella fuese un modelo de éxito formativo y de una institución social que pueda ser entronizada como si respondiera bien a las necesidades de desarrollo y progreso de los alumnos y de la sociedad en general.

No más reforma, es asunto de trasformación con innovación social y de asegurar calidad educativa para todos sin exclusión. El temor a la innovación, tan presente en el campo educativo, no puede conducir a la pasiva tranquilidad de hacer lo mismo cuando todos sabemos que el modelo de escolaridad, de preescolar a la universidad, no está bien hecho.

Hemos perdido muchas oportunidades para esa transformación. Ahora tenemos una que es preciso e imperativo aprovechar.   Son variados los modelos y estrategias que se pueden proponer y aplicar. Uno de ellos es el basado en la concepción de una educación conformada por ecosistemas escolares, cuestión que abordaré en mi próxima columna señalando, a la vez, los pilares en los que se pueden apoyar diversas y variadas iniciativas innovadoras.