
Por Oscar Domínguez G.
Procuro celebrar el Día Mundial del Sueño – el 18 de marzo- echándóme varios motosos. No en vano “estamos hechos de la misma tela de nuestros sueños”, como dice Shakespeare en La tempestad que me propongo leer antes de que me coja el sueño eterno.
No sobra recordar este adagio latino : Dormir es necesario, vivir no.
Merece más publicidad una somnífera actividad que alguna vez hizo las veces de periódico. El sueño era el periódico sin rotativa de que se valía Dios para dar las grandes noticias.
Cuando se aburrió de hablar solo, creó a Adán. Y para buscarle compañía – y mantenerlo callado- le deparó el sueño. Adán despertó y de una se encontró en la soledad de Eva en compañía. (“Donde ella estuviera, allí estaba el Edén”, fue el epitafio que escribióAdán en su tumba. Lo dice MarkTwain, y los poetas y escritores son mentirosos que dicen verdades de a puño).
Fue a través del sueño que el Ángel le anunció a María que sería mamá sin prosaica intervención foránea. Cuando Jesús resucitó a Lázaro, primero aclaró que no había muerto, sino que estaba haciendo el papel de bello durmiente. Y le ordenó seguir su camino.
La muerte, diría Perogrullo, es una forma prolongada del sueño. Ambos – sueño y muerte- se complementan, no se pisan las mangueras. Dormir es una forzosa primaria a través de la cual nos vamos acostumbrando a la muerte, no a la morida, que es más traumática. Es más: ojalá no existiera. Ojalá la parca se venga “tan callando”.
Su majestad el sueño es el mejor invento que ha habido. Inclusive, por encima de la mujer que es el segundo, con el perdón de ellas. Y, de lejos, el mayor regalo que ha recibido el homo sapiens desde siempre.
El día, la vida misma, se justifican por la existencia del sueño.
Estar vivos toda la vida, sería tan jarto como estar muertos para siempre.
Los especialistas consideran que lo normal es dormir entre 6 y 8 horas diarias. Según estadísticas, el 21% de la población colombiana padece de insomnio.
Hay sueños minúsculos: se llaman siestas – mitacas oníricas- y son pequeñas muertes ficticias.
El sueño es un híbrido de siquiatra y cirujano plástico. Dormir equivale a ahorrar vales de la prepagada en estos distinguidos profesionales del bisturí síquico y clínico.
A veces el sueño nos regresa a la realidad con bríos renovados. Con optimismo desbordado. También nos aterriza en la cotidianidad con angustia existencial, escépticos, creyentes…
“El sueño es un tratamiento de belleza”, se lee en el Gran Gatsby.
Dormidos, se resetea el cerebro, para decirlo en lenguaje de computador. Especialistas aseguran que parte de la información diaria se borra en ese estado. Otra se conserva. Entre las dos forman el inconsciente.
Freud y sucesores se especializaron en descifrar buena parte del pasado en nuestros sueños, con la misma facilidad con que las gitanas leen el futuro en la palma de la mano.
El mejor consejero es el sueño. Hay que dejarlo trabajar tranquilo. Además, no cobra usurero iva. Que no se entere el ministro de hacienda de turno, porque le mete la mano al dril a nuestros ronquidos.
Dulces sueños, como decía Hitchcock, al despedir sus películas de suspenso. Y perdón porque me voy a echar zzzzetas. (Líneas pasadas por el quirófano).

Pie de Foto: Tumba donde Petronila Posada duerme el sueño eterno en el Cementerio de San Pedro de Medellín. (odg)
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