20 junio, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Don William Salleg, vida, sangre y oxígeno de El Meridiano

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Por Jairo León García Uribe

Recordar es vivir.

Hace 30 años, una dilecta invitación de Don William Salleg, quien venía cultivando con su familia la gigantesca y retadora idea de darle un periódico a Córdoba, no sólo marcó mi vida profesional, sino que la partió en dos: antes y después de El Meridiano de Córdoba. Don William quería que yo hiciera parte del equipo fundador de su periódico que también marcaría la historia de este Departamento.

Yo, en ese momento, era el jefe de redacción del diario El Mundo de Medellín.

Importante y trascendental decisión, porque yo llegué a Montería varios meses antes de la salida del periódico, aún estaban terminando la construcción del edificio y el montaje de la rotativa.

Yo ya había tenido la oportunidad de participar en la fundación del periódico El Mundo de Medellín, al lado de otros calificados profesionales de la comunicación. Pero el reto de montar un diario en Montería era una aventura mucho más grande, porque implicaba, en la práctica, poner en marcha una escuela de periodismo, debido a que la idea de Don William Salleg era darle prelación, en esta experiencia, a los periodistas de la región.

Esta escuela, que funcionó en una casa en el centro de la ciudad, tenía la misión de escribir el periódico diario, sin publicarlo. Así que significó un reto día a día, con consejos de redacción antes y después de redactar la noticia. Un esfuerzo que implicaba trabajar hasta 15 o 16 horas diarias. Valió la pena, debo reconocerlo, porque todos aprendimos. Y Don William veía que su idea se iba haciendo realidad.

Después de que El Meridiano de Córdoba estuvo en manos de sus lectores, y durante el desarrollo del periódico hasta su madurez, me he detenido en el tiempo a reflexionar por qué este diario nació fuerte, con luz propia y con una línea de camino trazada desde sus comienzos. O sea, con el éxito garantizado.

¿Y saben por qué? Porque detrás de esta gran idea había un hombre visionario, con una mentalidad progresista, que no solo sabía cuáles eran las necesidades primordiales de su territorio, sino que tenía muy claro cómo debía comunicarse con sus lectores. A mí, que llegaba a esta ciudad, Montería, de trabajar en un diario con un concepto más universal en el enfoque y desarrollo de las informaciones, me costó de comienzo interpretar y adaptarme a la dimensión noticiosa que quería darle Don William a El Meridiano, porque su concepto lo tenía muy estudiado y analizado. Entonces era fácil comprender por qué una noticia nacional, que merecía despliegue de seis columnas en primera página en otros diarios de ciudades capitales, en El Meridiano apenas si clasificaba para dos, si mucho. Este enfoque hizo que la gente sintiera a su ciudad, le doliera más sus problemas y defendiera sus soluciones.

Trabajar al lado de Don William Salleg como director, ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida profesional. Ya me había tocado con Rodolfo González García en Vanguardia Liberal, Darío Arizmendi en El Mundo, y con don Guillermo Gaviria Echeverry en la segunda etapa de este diario.

Era una maravillosa oportunidad tener el honor y el orgullo de afrontar, en bandeja de plata, la oportunidad de ser el primer jefe de redacción de un diario como El Meridiano y de convertirme en el brazo de apoyo de su director, un hombre absolutamente arrojado en sus decisiones, con una claridad meridiana en el enfoque y tratamiento de las informaciones. Y sin pelos en la lengua para decir las cosas, en la redacción y en el periódico.

Porque Don William, además, tenía la gran cualidad de no cargar compromisos políticos manifiestos ni ocultos ni partidistas de alguna clase. Porque su obsesión era que su periódico, El Meridiano de Córdoba, le sirviera a la comunidad en una forma desinteresada. Porque era la única manera como Don William veía que El Meridiano de Córdoba fuera el periódico de la gente, de la comunidad.

Por todo esto Don William odiaba a los políticos corruptos y así lo manifestaba en sus editoriales porque, así lo considera en la actualidad, le arrebatan los recursos a la comunidad para salir de sus dificultades. Y Montería era una ciudad, hace 30 años, con muchos más problemas que los que tiene ahora.

Una de las inigualables virtudes de Don William es saber leer los hechos, escudriñarlos y vislumbrar su entorno para lograr el enfoque real de la noticia, cuya presentación permita hacerle seguimiento.

Por eso los consejos de redacción con don William eran prácticos y a la vez didácticos, y en muchas ocasiones duros, en el mejor sentido de la palabra. Pero muy profesionales. Porque su principal premisa era que el periodista entendiera bien la noticia, para que supiera contársela como debía a sus lectores. Este detalle convertía a Don William en un director exigente en la reportería de la noticia y en la claridad de su redacción. La verdad que era implacable con la mediocridad, porque como él lo manifestaba abiertamente, estaba en juego la credibilidad de El Meridiano. Y, obviamente, en los objetivos que le dieron la razón de ser al diario. Implacable con argumentos.

Después de retirado del periódico, tuve la maravillosa oportunidad de regresar a mi Meridiano de Córdoba, a realizar con sus periodistas algunos talleres de redacción y de reportería. Y me era muy grato encontrar a Don William tan sólido en sus principios y criterios periodísticos y políticos como al comienzo. Y en la misma idea había extendido El Meridiano al departamento de Sucre, bajo los mismos conceptos de un diario al servicio de la comunidad.

He dialogado con varios periodistas de la época que trabajamos con Don William Salleg, y coincidimos en que este gran director era el alma, la sangre y el oxígeno de El Meridiano de Córdoba. Y que el periódico era el reflejo de una personalidad recia, vertical y arrojada de su director, porque, como se dice popularmente, “hijo de tigre sale pintado”.

Si yo tuviera la oportunidad de regresar en el tiempo mis pasos por El Meridiano de Córdoba, los volvería a recorrer con los ojos cerrados. Porque aún siento el orgullo de haber hecho periodismo al lado de Don William Salleg, hombre leal, de una sola palabra, cuya huella será imborrable en esa ciudad que tuvo la oportunidad única de contar con un periódico que defendió y todavía sigue defendiendo su presente y su futuro.

Qué orgullo haber puesto unos granitos del alma hace 30 años, para que El Meridiano de Córdoba siga siendo una realidad.

Felicito con todas mis fuerzas a Don William Salleg, a su esposa doña Isa tan comprometida como él en el diario, a toda su familia, a William Antonio, a Martha Inés Pinilla indeclinable en la lealtad, a su director Rahomir Benítez que participamos en la fundación y a todos los periodistas que dejamos la piel en El Meridiano de Córdoba. Valió la pena el esfuerzo de toda una vida. La verdad que sí.