
Por Ricardo Correa Robledo
De siempre hemos conocido la expresión ‘doble rasero’: ante un evento determinado juzgar con dureza y de manera implacable a los otros, al adversario, al que no nos simpatiza, al enemigo; y por otro lado, ante un hecho similar ser benevolentes y suaves con nosotros mismos, los amigos, los aliados. Sobre esto escribió magistralmente el filósofo Estanislao Zuleta en su ensayo ‘Elogio de la dificultad’.
La alternancia en la política colombiana sucedida en 2022 con la elección del presidente Petro, evento que algún día tenía que darse y que sin duda tiene un efecto benéfico en el proceso de maduración como sociedad y Estado, ha hecho aflorar como nunca esta deformación del razonamiento que es el ‘doble rasero’. Miremos unos ejemplos.
El doble rasero de Racero: David Racero es un representante a la Cámara del Pacto Histórico. En todo el forcejeo que llevó a la expedición de la reforma laboral abogó con vehemencia por la necesidad de mejorar los salarios y prestaciones de los trabajadores, y habló de la ‘esclavitud’ que significaban los contratos de prestación de servicios. Pero se le ‘olvidó’ que la ley laboral también la debía cumplir él mismo. Se conoció, con audio como prueba, que el congresista buscaba un trabajador para un mercado de frutas y verduras de su propiedad con las siguientes condiciones: un millón de pago ‘integral’ al mes, sin prestaciones, horario de trabajo 7 a.m. a 8 p.m., seis días a la semana, haciendo de todo lo imaginable. En resumen, su intención era la de explotar a una persona de manera inmisericorde.
Por otro lado, este feroz combatiente contra el establecimiento muy pronto se ‘contagió’ de los pecados de colegas congresistas: algunos miembros de su unidad de trabajo legislativo debían hacer ‘aportes’ de su sueldo para el bolsillo de Racero.
También resultó muy avezado en buscar puestos para sus aliados políticos, saltándose las normas que regulan el comportamiento de los congresistas. Afortunadamente, estos hechos lo tienen en serios problemas judiciales: proceso de pérdida de investidura en el Consejo de Estado, y proceso penal en la Corte Suprema de Justicia.
En la campaña de 2022 Petro como candidato exigió al Presidente Duque que no metiera las narices en la guerra de Ucrania, pues antes de eso debía resolver la guerra en Colombia, y fue despectivo y falto de sensibilidad al decir “qué Ucrania ni qué ocho cuartos”. Pero ahora sí emprende la campaña por Gaza mientras en Colombia la barbarie sigue engullendo todo a su paso. Ah, y nunca ha sido vehemente en condenar a Hamás por la masacre de hace exactamente dos años. ¿No será que lo correcto es levantar la voz por Ucrania, Gaza y las víctimas de Hamás?
Pero desde el otro lado también se despliega el doble rasero. Durante el ‘reinado’ de Uribe 2002-2010, sus más caracterizados seguidores veían en los defensores de Derechos Humanos y líderes sociales a sospechosos de ser guerrilleros y terroristas. En ese tiempo el presidente Uribe graduaba de ‘auxiliador del terrorismo’ a todo el que lo incomodaba, llegando a extremos delirantes. Hasta los ambientalistas eran sospechosos. Pero ahora, el Centro Democrático en pleno denuncia a diario el asesinato de líderes sociales y posan de una sensibilidad que antes nunca tuvieron.
Este doble rasero es una muestra más de las terribles patologías que atraviesan la política. Los ciudadanos estamos en la obligación de no hacernos los de la vista gorda con estas manifestaciones de corrupción moral.
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