28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Diplomas gratis  

Misael Cadavid

Por Misael Cadavid MD 

Indudablemente la única manera de atomizar el círculo vicioso de la pobreza es la educación, pero a su vez resulta paradójico como la “impresión” masiva de diplomas es tan empobrecedora como la impresión masiva de billetes. 

Los empleos no surgen porque haya personas profesionales que puedan ocuparlos sino porque hay empresas que necesitan personas que hagan un trabajo. 

Muchas empresas no son viables por los altos impuestos que se cobran para contribuir a financiar la educación y de esta manera formar miles y miles de profesionales en todas las disciplinas. 

De tal modo, muchos candidatos con diplomas de “alta denominación” van a competir por muy pocos empleos y el exceso de oferta se traduce en caída de los salarios. 

Las clases sociales menos favorecidas ve en la educación el “ascensor social” que les permitirá a sus hijos entrar a formar parte de la clase media, pero eso no se cumple porque las ofertas de empleo que encontrarán serán muy pocas y las ocuparán las personas de las clases acomodadas de siempre. 

En realidad, una gran cantidad de los empleos para egresados de universidades los provee el mismo Estado y la tarea que éste asume es reduccionista. Es decir, la onerosa inversión en educación gratuita sirve sobre todo para proveerles empleo a las personas de la clase media y media alta que en una economía productiva estarían en desventaja. 

Acceden a esos empleos porque antes estudiaron en colegios privados y provienen de familias con más reputación, refinamiento, tradición y acceden fácilmente a los roscogramas del estado. 

No se debe creer que la educación es una oportunidad para todos, obviamente vista desde el ascenso en la escala social. Es común denominador ver profesionales sobreperfilados ocupando cargos de auxiliares. 

En realidad, la gente más pobre no llega ni a terminar la escuela primaria. La inmensa mayoría de personas marginadas no mandan a sus hijos a la universidad, pues si hay miles y miles de muchachas prostituyéndose no es porque les disguste ser doctoras. 

La educación pública gratuita que tanto gusta a los políticos es para la gente de la clase media baja un sacrificio que se hace persiguiendo un sueño que no la mejorará en nada. 

Aunque el muchacho no pague nada por estudiar, a menudo no puede hacerlo porque tiene que contribuir al ingreso familiar.Pero el que sí puede hacerlo sencillamente habrá pasado unos años en los que hace gastar dinero a su familia en su manutención y después no encontrará ningún empleo. 

Luego, la educación superior gratuita que presentan como un favor a los pobres es un despojo a los pobres que favorece a la gente acomodada y se aseguran gratis empleos cómodos para el resto de la vida. 

Lejos de ser la revolución que corregirá las desigualdades podría convertirse en la fórmula perfecta para mantenerlas y succededaneum para incentivar la hoguera del fracaso personal por falta de oportunidades. 

Si en lugar de ese gasto fastuoso se dejara que cada cual pagara de acuerdo a sus capacidades económicas sus estudios, los jóvenes se tomarían más en serio el conocimiento y al bajar la carga tributaria crecerían las empresas y se crearían muchas otras, lo que multiplicaría los empleos, en la medida en que el país se fuera insertando en la economía mundial; al final todos accederían a ingresos más altos. 

No es inocente ese interés de todos los políticos en prometer diplomas gratuitos, las clases superiores están acostumbradas a sus prebendas y con ese pretexto cometen el mayor despojo sin ninguna resistencia. 

La educación que los colombianos entienden consiste en el acceso a la condición de doctores ratificado por un diploma colgado en una pared, pero con un abismal vacío de conocimientos. 

No importa, no se trata de saber nada sino de disfrutar de un derecho fundamental que se puede reclamar incluso mediante acción de tutela.