
Por Enrique E. Batista J., Ph. D.
Celebrar el Día del Idioma ha sido un evento más entre los centenares de días especiales o conmemorativos que se registran en los calendarios. Sin embargo, la idea y valía de esa celebración va más allá de algunos actos académicos.
El 23 de abril se celebra el Día del Idioma Español y también el Día del Idioma Inglés, con el propósito de destacar la importancia de la diversidad lingüística y del multilingüismo. Estas dos conmemoraciones simultáneas ocurren por una coincidencia extraña en las fechas de las muertes de figuras cimeras en uno y otro idioma: Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare. A esas dos conmemoraciones se agregan, en la misma fecha, el Día del Libro y el Día del Derecho de Autor. (https://shorturl.at/gRPrV,https://shorturl.at/qhMbl).
De otra parte, el Día Internacional de la Lengua Materna se celebra el 21 de febrero (existen 8324 lenguas maternas en el mundo). Existen, con igual propósito, otras conmemoraciones de las lenguas así: árabe (18 de diciembre), chino y sus grupos dialectales (20 de abril), francés (20 de marzo) y ruso (6 de junio). El 21 de febrero se celebra en Colombia el Día Nacional de las Lenguas Nativas. (https://shorturl.at/GrJIX, https://shorturl.at/mCNKF, https://tinyurl.com/53uuku92).
Esa resaltada importancia de las lenguas en la vida de las naciones se observa también con otras celebraciones como el Día Europeo de las Lenguas, el 26 de septiembre, con la intención de celebrar la diversidad lingüística y cultural de Europa, promover el multilingüismo, impulsar la cooperación europea y fomentar la tolerancia y la comprensión intercultural. En la Unión Europea hay 24 lenguas oficiales, más una cantidad apreciable de dialectos. (https://tinyurl.com/hw9mjzsb).
Esta variedad de celebraciones globales muestra el interés y la necesidad de que desde niño se adquiera sólida, debida y duradera identidad cultural y se enraíce el orgullo por la lengua materna y por la nación a la que pertenecen. En otros términos, esas conmemoraciones permiten enfatizar la unidad planetaria alrededor de la diversidad lingüística y, aún más allá, de la necesidad de que todos aprendan a usar la propia lengua de manera correcta para que, entre otros efectos y logros, se alcancen relaciones sincrónicas, armónicas y respetuosas entre las personas y entre las distintas culturas y comunidades en el mundo.
En las decisiones de la UNESCO para establecer esos días especiales, subyace, así mismo, la intención de que se recuerde y se reconozca la historia y la importancia de la cultura de cada una de las naciones; se pretende, además de promover la diversidad lingüística, evitar que sigan desapareciendo más lenguas.
Está presente la amenaza persistente de la espada de Damocles con la pronosticada tragedia de que, con apoyo en avances informáticos, se pueda llegar a lo que se ha denominado la «singularidad lingüística», en dónde con una mescolanza de construcciones gramaticales sui generis se consolide una sola lengua universal, lejana de la afectiva comunicación humana y bien distante de las metas de promoción y preservación de la diversidad cultural y lingüística que enriquece a todos en el planeta.
La diversidad cultural, y con ella la lingüística, representan un invaluable patrimonio para todos. La desaparición progresiva de muchas lenguas, el empobrecimiento de otras tantas y una disparatada y única lengua, creada en granjas digitales repletas de abstrusos algoritmos, contrarían los esfuerzos para consolidar identidades culturales propias y valiosas.
Se puede reiterar que también existe el Día Internacional de la Lengua Materna. La lengua de la madre no es un idioma para la suciedad, el descuido comunicativo o la agresión fundada en un hablar o escribir negligente, con frecuencia expresada con rampante desparpajo, recorrido de indecencia, chabacanería y vulgaridad. El buen hablar y escribir es, y siempre debe serlo, un tributo a la madre de cada uno, al idioma que nos enseñó con cariño maternal, como guía y con ternura, para sentar en cada uno las bases para una comunicación afectiva y efectiva con ella y, por ese mismo camino que nos abrió, con todos los demás.
La lengua de la madre permite no sólo la socialización, sino que, además, establece las bases para el aprendizaje y para la formación cívica y moral de cada uno como ser humano. Es perentorio que, en la variedad de contextos sociales, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en otras formas de comunicación digital y, obviamente, en escuelas, colegios y universidades se refuerce y se enfatice el enriquecimiento léxico, las buenas maneras para hablar y escribir, el conocimiento de la gramática y la ortografía, las relaciones armónicas entre los diversos grupos sociales y el respeto a las diversas culturas con sus respectivas lenguas nativas. Las lenguas son patrimonio cultural de la humanidad y cubren los bienes irrenunciables de la historia y de las identidades nacionales. Por lo tanto, cada una de ellas tiene que ser preservada; el camino obligatorio para alcanzar este fin es emplearla con prolífica limpieza.
Es casi imposible de creer, aunque fácil de visualizar, que los estudiantes en las escuelas se enfrentan a un lenguaje que ellos no conocen, que les es ajeno. Con frecuencia, maestros y padres de familia piensan que los alumnos aprenden y progresan; pero, la evidencia cotidiana y continúa muestra que no; son percepciones falsas que obnubilan a todos bajo la apariencia de supuestos logros, medidos mediante la examinación. Las quejas generalizadas sobre el retraso escolar, las dificultades de aprendizaje de los estudiantes y el bajo nivel de calidad de la educación, en medio lo que se conoce como «crisis global de aprendizaje», se debe cardinalmente a que los estudiantes no entienden su lenguaje propio y, por lo tanto, no pueden comunicarse de modo preciso, inhábiles para leer y comprender textos, exposiciones y discursos con conceptos desde los más sencillos hasta los más cada vez más elaborados.
La denominada «pobreza de aprendizaje», no es más que el descuido que se ha tenido para que los alumnos dominen y apliquen de manera constante su propia lengua, logro sin lo cual no se pueden esperar resultados escolares positivos y crecientes. Mejorar el aprendizaje es ley y base fundamental para las transformaciones educativas, así como para el éxito de los estudiantes en los campos cognitivos, de destrezas esenciales, de valores y de las habilidades socioemocionales.
Parece obvio el sinsentido de pretender enseñar a los alumnos mediante el empleo de una lengua que no entienden. Eso es parte de la mencionada «crisis global de aprendizaje». Más de la mitad de los alumnos de primaria del mundo se enfrentan a la «pobreza de aprendizaje»; lo que no causa sorpresa dada la inhabilidad para leer y comprender, a los 10 años, aun los textos más sencillos. De ese modo, su capacidad para tener éxito en la escuela e invertir productivos esfuerzos en sí mismos y en su futuro como adultos, está en peligro. (https://tinyurl.com/2hdycbrz).
La organización ProFuturo ha destacado que el 40% de los alumnos en el mundo carece de acceso a una formación educativa en su lengua nativa, lo que en algunos lugares es del 90%. Así, no es posible hablar de igualdad, de disminución de la discriminación, de desarrollo cognitivo y socioemocional, de identificación con la respectiva herencia cultural, y de educación de calidad igualitaria para todos. (https://tinyurl.com/bd2sj6p3).
No es dable que se piense que tal fenómeno ocurre muy lejos; eso está acaeciendo en la escuela que queda en la próxima esquina donde, aunque se les esté está enseñando en su propia lengua, no la entienden porque carecen de la riqueza léxica y de las habilidades lingüísticas para comprender ideas y conceptos. Es decir, carecen de la fundamentación para expresar el potencial que tienen como seres inteligentes. Así, los alumnos tienen comprometido el desarrollo emocional y la autoestima, la potenciación de comportamientos inteligentes, las mejoras visibles y progresivas en el ámbito académico, la permanencia en la escuela, las habilidades sociales y la comunicación precisa. Por esa, y otras razones, también tienen negado (aunque existan en suficiente cantidad) el acceso y lectura de libros, a diversos tipos de materiales adicionales impresos y también a los recursos disponibles en medios digitales.
Entonces, es tarea obligada de todos exigir y rescatar la presencia ineludible, necesaria y obligatoria del aprendizaje del español en cada uno de los niveles educativos. Esa es una condición esencial para asegurar el descubrimiento temprano de los talentos de nuestra población, alcanzar altos niveles de los logros personales necesarios para una debida inserción productiva de los niños y jóvenes en el mundo social y laboral. Con esos esfuerzos conscientes que garanticen el progreso constante de los estudiantes, se incrementarán los niveles de gozo y satisfacción de los estudiantes, los padres de familia y de la sociedad en general. (https://tinyurl.com/mr2dwx55).
Más historias
Crónica # 1150 del maestro Gardeazábal: El manicomio
Crónica # 1149 del maestro Gardeazábal: La valoración de los muertos
La finca valía más