25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Desigualdad y pos pandemia

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

En pasada columna me referí a la discriminación racial como la causa principal del origen de la pobreza en América Latina. Ahora veremos que se nos espera con la actual pandemia del covid-19. 

Primero una rápida visión de nuestra situación regional antes de la pandemia, para lo cual me apoyaré en un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo-BID, titulado “La Crisis de la desigualdad, América Latina y El Caribe en la encrucijada”. (https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/La-crisis-de-la-desigualdad-America-Latina-y-el-Caribe-en-la-encrucijada.pdf

A finales de 2019 estallaron protestas principalmente en las grandes ciudades de Chile, Colombia y Ecuador para exigir, entre otras reivindicaciones, un trato igualitario, mejores oportunidades para todos y unas reglas del juego más justas. Las protestas fueron la erupción de un malestar latente que se había estado gestando desde 2012, a raíz de la caída de los precios de las materias primas (commodities), principal renglón de las exportaciones de estos países, crisis  que volvió a incrementar la pobreza de las grandes masas de la población, que había logrado algún grado de bienestar y de progreso social durante primera década del presente siglo, la época dorada de los precios de las commodities.  

En América Latina y El Caribe el 10% más rico de la población gana 22 veces más que el 10% más pobre, más del doble del promedio registrado para los países desarrollados. Por otro aspecto, el 1% más rico de la población acumula el 21% del ingreso de toda la economía y, a su vez, el 10% más rico recibe, antes de impuestos, más de la mitad del ingreso nacional*. En el caso de los países desarrollados, el 1% más rico acumula la décima parte del total del ingreso nacional antes de impuestos y, a su vez, el 10% más rico recibe sólo una tercera parte. A partir de 2012 los niveles de pobreza en nuestra región se agudizaron, hasta el punto de que el porcentaje de latinoamericanos que declaran no tener suficiente dinero para procurarse una vivienda creció en casi 20 puntos entre 2012 y 2019, hasta alcanzar un alarmante 40%. 

El malestar social se desactivó con la llegada del covid-19, pero está haciendo aflorar debilidades profundamente enraizadas y endémicas en las sociedades latinoamericanas y caribeñas. Los pobres y vulnerables sufren la mayor parte de los efectos negativos de la pandemia, pero la crisis también está haciendo patente la interdependencia de los demás grupos sociales, lo que a muchos nos ha llevado a entender que, para construir una sociedad abierta al cambio, se requieren políticas económicas que protejan a los más vulnerables contra las crisis.  

Hasta ahora, por lo menos en Colombia, las medidas adoptadas para tratar de reactivar la economía se están orientando sobre todo a tratar de recuperar la oferta de bienes y servicios, deteriorada por el obligado confinamiento. Pero se ha olvidado que la única forma de reactivar la producción, consiste en generar demanda de bienes y servicios por parte de las grandes masas de población. Así lo seña, acertadamente, la economista Cecilia López en una reciente columna publicada en el Periódico El Tiempo (“¿Recuperación?..o hambre”). La actual crisis de los paperos de Boyacá, que los está obligando a casi regalar el tubérculo, es una muestra de este elemental principio de economía. 

A causa de la pandemia, la informalidad laboral en Colombia y demás países de la región está creciendo de manera acelerada. Por otro aspecto, las encuestas del Dane muestran que los empresarios de todos los sectores registran como su mayor problema la falta de demanda.  A lo cual advierte Cecilia López: “¿Puede seguir el Gobierno pensando que es por el lado de la oferta como se retoma el ritmo de la economía?”. 

Para lograr una verdadera reactivación de la economía y del empleo formal, es fundamental incentivar la demanda. Esta reactivación de la demanda es precisamente lo que están necesitando todos los sectores productivos del país, incentivo  que, en una alta proporción, a lo que ciertamente responde  es creando la capacidad de consumo de los pobres y vulnerables de bienes y servicios básicos para la subsistencia. En próxima columna seguiremos con este crucial problema. (Opinión). 

*En Colombia el Gini, uno de los índices para medir la desigualdad social, después de impuestos permanece casi igual.